La gran mayoría de las formaciones políticas europeas, durante al menos los últimos 30 años, han sido partícipes, cómplices o colaboradores necesarios del sistema representativo que se da en la actualidad en la UE. Un sistema que, como es evidente, ha ido mermando con paso firme y muy autoritario el poder del parlamento europeo y de todas aquellas instituciones que son elegidas directamente por los ciudadanos de la unión, incluyendo las asambleas nacionales, regionales o municipales; y de esta manera se trasvasa la decisión y la ejecución a entes –nunca mejor empleada la palabra, o de las veces que mejor se ha empleado- cuyos componentes no elige el pueblo soberano: ya sabemos, los muchachotes de la Troika, como ejemplo más clarificador.
La consecuencia principal de este proceso de secuestro y concentración de poder, ha sido sobre todo, la castración política y social de cualquiera que propusiera un modelo alternativo al diseñado por esa gran mayoría a la que nos referíamos al principio. No hay posibilidad de hacer algo diferente a lo planeado por el poder financiero; si un país o región decide elegir un camino alternativo, ofrecer un modelo al margen del austericismo, la troika le estrangula económicamente y le niega la financiación a esa alternativa, con lo cual, impone su modelo incluso a la voluntad mayoritaria de un pueblo, Grecia como reciente ejemplo. Ha sido y es, si no un crimen perfecto, sí un plan minuciosamente elaborado, acorde con los nuevos tiempos, en los que los golpes de estado ya no se hacen en un día concreto y con tanquetas en los congresos; ahora se va legislando a poquitos, para que -paradójicamente- cada vez se legisle menos y se imponga más.
¿Y qué papel ha jugado Convergencia Democrática de Catalunya (la principal formación de la antigua CIU y de la actual DiL) en todo este proyecto?, pues el de elaboración, comparsa, aceptación, asunción y sumisión a lo cocinado por la mencionada Troika. Los convergentes y sus afines son al ideario europeo, lo que el garrafón a la paella: no parece un ingrediente fundamental, pero pregúntale a cualquier hortelano valenciano sobre la alubia en cuestión. Y es aquí donde surge la abochornante y flagrante contradicción: los mismos que han apostado sin ambages por un modelo que arrebata la capacidad de los pueblos a decidir su futuro, que les obliga a someterse al rigor –casi mortis- presupuestario, que estrangula financieramente cualquier esbozo alternativo… ese mismo partido, reclama la autodeterminación y el poder soberano para su Cataluña, indignándose ante las presiones y amenazas que lanzan bancos, poderes económicos y autoridades europeas contra su plan soberanista. Aquel que se ha enfundado gustoso el muy opresor corsé “europeísta”, no puede pretender a la vez, calzarse las sandalias del librecaminante independentista.
No cabe mayor desfachatez, no son independentistas.