La noche tiene siempre estrellas encendidas visibles como el verbo, la palabra camina en el alma, que escucha y percibe la caricia dentro y fuera de tanto ruido y que arrastra a la reflexión.
Hagamos de cada encuentro una meta más lúcida y madura para mejorar el nuevo mundo. Somos polvo de estrellas como define la física cuántica, recuperemos el sentido para dar fuerza a la palabra y con pequeños gestos cada día podamos así sentir y abrazar ese pedazo de cielo que nos pertenece.
Abrir puertas y ventanas para que respire el aire de los sueños, de las promesas y así quizá descubramos el fin común para estar presentes y ser una única humanidad sin miedo, sin fronteras, respeto y valor por nosotros mismos, diálogos de silencio y transgresión de errores para nacer en una piel renovada.
ESTE HILO DE VIDA
AHORA que tantas horas van quedándose atrás
y olvido ya su hechura y pertenencia,
vuelvo a sentirme en un aletear tras de los vidrios
que empieza a deshacer la oscuridad del cielo
como si, con sus plumas de poetas mayores,
viniesen el petrel o el Martín pescador a avisarme
de que aún no ha cambiado más de lo que es preciso
este hilo de vida en el que me sucedo.
María Victoria Atencia.
Del libro: “El umbral”
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