Una de las diferencias sustanciales entre un sistema fascista y un modelo democrático, estriba precisamente en el trato que reciben las personas mayores, los pensionistas, por parte de sus estados.
Toda la vida trabajando laboralmente, trabajando en casa, trabajando casi siempre, y siempre trabajando, unas veces para unos y casi siempre para ellos.
Como si fueras un limón, te parten por la mitad y te exprimen el jugo, luego después te tiran, ¡y tienes suerte! porque si eres limón mujer entonces te trituran hasta la corteza.
Y eso, sencilla y llanamente es lo que están haciendo con nosotros, no quieren que vivamos, no ya dignamente, si no de cualquier manera, no quieren que estemos vivos.
Esto por dramático que pueda parecer es la realidad, porque con el salario de las pensiones literalmente no se puede vivir, no alcanza para pagar medicamentos o calefacción, para comer en algunos casos y en otros para ayudar a nuestros hijos e hijas a que puedan sobrevivir.
Este estado de cosas que desprecia a las personas, que si bien hoy todavía mucha gente no lo visualiza o percibe, generaliza la misera rápidamente entre una parte muy importante de la sociedad, fundamentalmente entre los trabajadores y trabajadoras, ya sean pensionistas o en activo.
Pero la falta de respeto hacia las personas jubiladas, después de toda una vida de trabajo y esfuerzos, de enfermedades laborales no reconocidas,… que se les esté retribuyendo con un incremento miserable del 0,25% anual, el mínimo legal establecido, cuando la vida se encarece el doble ¨¡o ya veremos!¨, es por lo que al principio les decía, que eso no son derechos, eso no es democracia.
En fin, veremos.