El miedo es aquella sensación de malestar, temor, incertidumbre o inseguridad que nos invade el cuerpo cuando nos encontramos ante una situación, que, intuimos nos puede causar daño, ya sea físico, o de cualquier otro tipo.
Ante el posible escenario de que, en el gobierno de la nación, -ese que decide algunas de las cosas que harán nuestra vida cotidiana más o menos difícil, o fácil, según se mire- haya miembros de la coalición Unidas Podemos, no tengo miedo.
Cuando digo antes, “el gobierno que decide algunas de las cosas……”, creo decir bien. Muchas de las leyes, ordenes, normas o reglamentos que nos son de aplicación obligatoria vienen dadas por la Unión Europea, esa alianza de Estados, en la que nos integramos hace ya más de dos décadas y que aceptamos cumplir sus mandatos. Mandatos políticos, que limitan considerablemente la autonomía del gobierno de nuestro país. A veces, esas normas venidas de la UE, han sido positivas para nuestro país, otras, quizá demasiadas, han sido muy negativas.
No tengo miedo de que, desde el gobierno de España, se impulsen leyes que hagan aumentar la recaudación de las Arcas Públicas, en base a los principios de progresividad y solidaridad.
No tengo miedo de que, desde el gobierno de España, se impulsen leyes que garanticen el derecho a la libertad de los ciudadanos. Libertad de opinión, de expresión, de reunión, de pensamiento o creencia, de manifestación, de información. Libertad en cuanto a la elección de la orientación sexual que cada cual desee tener. Libertad en decidir qué hacer con mi propio cuerpo cuando soy portadora de un feto en mi vientre. Libertad para decidir cuándo poner fin a su existencia, si las condiciones de vida de una persona son del todo indignas y contrarias al propio principio de la vida.
No tengo miedo, a que se apliquen políticas que garanticen un sistema de salud público, gratuito y universal. Sistema de salud con la dotación de medios humanos y materiales suficientes para atender correcta y adecuadamente las necesidades de la totalidad de los ciudadanos de este país. Sistema, este, que haga casi innecesario la prestación de servicios de salud por parte de la iniciativa privada.
No tengo miedo, a que se construya un sistema educativo público, que permita el desarrollo intelectual, cultural y del conocimiento, de la población desde el mismo momento que se adquiere la condición de ciudadano/a. Sistema que sea gratuito para toda la etapa obligatoria, y con tasas asumibles en función de las capacidades de cada persona, en las etapas superiores a la obligatoria. De igual modo, no me da miedo la implantación de un sistema educativo basado en los principios puramente pedagógicos y científicos, en el cual no tengan cabida cuestiones ideológicas, de doctrina, de creencia o de fe.
No tengo miedo a reclamar los derechos que, como trabajador/a tengo. Derecho a un salario digno, a la conciliación personal y laboral, a tener el mismo trato que el varón, a la negociación colectiva.
No tengo miedo a convivir con personas de orígenes, razas o creencias diferentes. Ya sean de regiones del Estado Español con diferentes modos de entender ese Estado, o de lugares ajenos a este Estado. Tampoco me dan miedo, si acaso me producen indignación y tristeza, aquellos compatriotas que cargan toda la culpa de las desgracias propias y comunes, en aquellos venidos de otros lugares y en los que, desde dentro de este Estado, ejercen el derecho a tener un concepto diferente, de ese Estado.
No tengo miedo a cumplir las obligaciones que, como ciudadano/a tengo. Obligación a contribuir al sostenimiento de las Arcas Públicas para que todas podamos disfrutar el derecho a los servicios públicos que deseamos. Obligación a respetar la opinión de los demás.
Por.- Atiza