Yo diría morir o morir, morir desangrado o morir de hambre, de sed. Y eso es morir físicamente, y mientras mueren poco a poco de hambre, mueren golpe a golpe de pena, de rabia, de miedo, de dolor, de hastío, de vergüenza por un mundo que le abandonó siempre y que ahora persiste, casi imperturbable, ante la masacre.
No vale un gesto tímido, unas declaraciones tibias de «ni pá tí ni pá mí», la muerte no tiene medias tintas, si te asesinan, estás muerto…. Y están muertos aunque anden de aquí para allá, corriendo de un lado a otro entre bombas, tanques y armas, despojados de sus cosas más pequeñas, de sus vidas, sus arraigos, sus familias…
¿Y qué pensamos aquí, en occidente, mientras lo vemos 5 minutos en el telediario, mientras nos pasan la sal o el pan? ¿Nos conmueve? ¿Nos indigna? ¿Pensamos en si mañana nos levantáramos y esto fuera Gaza?
¿Y si tuviéramos que salir con lo puesto de nuestras casas huyendo a ninguna parte, mientras esquivamos bombas? ¿Cómo les explicaríamos a nuestros hijos que les ponemos una pulsera de hilo en la mano, para poder identificarlos si los matan? Y así tengo tantas preguntas…..No son mis hijos, ni mis padres, hermanos, tíos, primos los que veo morir cada minuto del día, pero lloro impotente sin comprender que nacer en un lado u otro del mundo determine la riqueza o la pobreza, jugar con una pelota o empuñar un fusil, poder estudiar hasta los 30 o trabajar desde los 8…
No sé, en un mundo donde se tiran o desperdician un tercio de la producción del alimento al año, no entiendo que haya que elegir entre pan o sanar… No entiendo que no haya humanidad, valor, voluntad, para pararlo. En Palestina están muriendo de hambre y de sed y de dolor y de soledad y de falta de justicia. El mundo debería estar muriendo de vergüenza, yo, con la suerte de haber nacido en la cara buena del mundo, muero cada minuto de vergüenza.En nuestro programa del 23/10/2023 entrevistamos a Yamil Aboussada (de la unión general de las comunidades Palestinas en Europa), que nos aclaró bastantes dudas sobre el conflicto.