La izquierda, en demasiados territorios y también en el nuestro, ha sucumbido a los encantos del narcisismo, personalismo, liderazgo, estrellato, egocentrismo…, sin disponer de los medios, la divulgación o la proyección de los liderazgos, narcisismos o personalismos que el modelo o el sistema tiene preparados para nosotros, al sistema capitalista y sus evoluciones me refiero.
La izquierda ha sucumbido al poder mediático de unas u otras, u otras siglas, vacías de compromiso. La izquierda dejó atrás el valor de la organización, de la militancia, de gentes construyendo propuestas de cambio de vida. La izquierda entró en el bucle del mercado, del marketing, y el agujero negro se la tragó, cuando más la necesitamos.
En 2015 en Sanse las urnas dieron su confianza a 9 concejales a la izquierda del PSOE. En 2019 apenas, y por los pelos, 4 concejales de un total de 25, para las múltiples fuerzas que aspiraban a representar a la izquierda.
En 2015 el panorama partía de una realidad bien diferente a la de 2019. El trabajo durante casi dos años de la Asamblea Ciudadana de SanSe, foro de debate y elaboración de propuestas programáticas abierto a las organizaciones y a los vecinos y vecinas del municipio, supuso un impulso para las tres candidaturas, Izquierda Independiente, Ganemos Sanse y Si Se Puede, que juntos reunieron 9 representantes para la izquierda, y que además logró que los contenidos del acuerdo de gobierno recogiera gran parte de las propuestas elaboradas en la Asamblea Ciudadana.
El resultado de las urnas del pasado domingo 26 de mayo, han sido el fruto de una realidad bien distinta. 4 años de un supuesto gobierno de izquierdas que ha frustrado múltiples expectativas y que ha incumplido la mayor parte de su compromiso programático. Un gobierno que en apenas año y medio protagoniza un caso de transfuguismo que rompe el propio gobierno y desmantela alguna de las organizaciones políticas que lo componen. El golpe de mano en Izquierda Unida Sanse, la diluye como organización, Ganemos Sanse fue instrumento utilizado para cuando hizo falta y desaparecido después, sin dejar rastro. Izquierda Independiente sufrió un proceso de boicot primero, y de descomposición después. Si Se Puede, candidatura que surgió en 2015 al calor de Podemos, es rápidamente dinamitada por su portavoz, y la recomposición del Círculo de Podemos en la localidad es abortado por un proceso de primarias irregular y el intervencionismo incomprensible de su dirección regional.
No hubo en este tiempo, del 2015 al 2019, proceso de diálogo alguno entre fuerzas de izquierdas, solo procesos de descomposición. Tampoco se desarrollaron desde el Ayuntamiento vías de participación ciudadana, ni el tan cacareado nuevo reglamento para una participación vecinal efectiva, ni los siempre prometidos Presupuestos Participativos. Cuatro años de interiorización y atomización política de la izquierda. El ambiente, el ruido sordo del municipio, susurraba desencuentro político y apatía. El resultado fue la presentación de 5 candidaturas a la izquierda del PSOE. Candidaturas unas, apoyadas en pequeñas asambleas, pero Asambleas al fin y al cabo, otras resistentes y con cierta historia, no faltó el fruto de una amalgama de siglas de última hora, candidaturas nuevas pero esperadas, y proyectos personalistas sin tapujos.
Un ramillete de opciones que confunde a una vecindad hastiada, desconectada del inexistente impulso de cambio, que decide quedarse en casa, inhibirse de elegir en un panorama escasamente creíble, que no la motiva, u opta por conectarse al discurso del miedo, insistentemente repetido, y recala de nuevo en el voto refugio al PSOE, ese lobo con piel de cordero que después de casi 40 años mantiene las cosas en “su sitio”.
La izquierda, esa que se sitúa a la izquierda del PSOE, ha perdido en Sanse 3.831 votos con respecto a lo conseguido en 2015, o tal vez no los haya perdido la izquierda, sino su caricaturización.
Podría decirse que hay cuatro años por delante para recomponerse, despojarse de fachadas innecesarias que despistan, fortalecerse y conquistar a esa base social imprescindible para el cambio real de las cosas, pero no hay tanto tiempo. El Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas nos ha alertado de que disponemos de 12 años para salvar al planeta, así de rotundo, 12 años. Ello supone que los gobiernos deben poner en marcha rápidamente medidas de largo alcance en todos los aspectos de la sociedad, cambios en la producción y el uso de la energía, en la industria, en el transporte, en el diseño de las ciudades y en la manera en que la gente vive y consume.
La izquierda y las gentes no deberían dar por perdidos estos cuatro años que ya comienzan, por más que entre el PSOE y el trío de Colón ande el juego, sino más bien enchufarse a la realidad, despojarse de egos y usurpaciones, y comenzar a cambiarla desde ya, y desde aquí, desde cualquier rincón, si no han sucumbido al riesgo cierto de perder el único lugar en el que vivir.