Ha pasado más de medio siglo desde que no se te escucha, esas letras que dieron tanta voz, será porque te obligaron a mantener silencio para toda una eternidad.
Hace 75 años que se apagó su voz y con ella su poesía, joven poeta español que salió del pequeño pueblo de Orihuela con unos ideales de justicia y libertad, esos que al día de hoy seguimos reconociendo.
A ti poeta que viviste en la España Republicana y la viste convertirse en pueblo de llanto y lamento ¡Qué dura la vida ,haber forzado al destino para que te cruzara de frente con el fascismo, viviendo condenado a sufrir las tres heridas, la de la vida, la del amor y la de la muerte.
Alistado en el Quinto Regimiento, primero en el frente como miliciano, después en el batallón del talento. Culturizando a los soldados que vivían en trincheras, entre metralla y bombardeos. Dando voz a los callados, leyendo e interpretando sus lamentos de días acabados. Todo tu empeño fue levantar la moral de aquellos soldados desprovistos de esperanza, haciendo de la poesía el arma más potente de aquella guerra, mezcla de cultura e ideología, de principios y valores.
Dando voz a las mujeres que parecían pasar desapercibidas:
“Rosario, dinamitera,
sobre tu mano bonita
celaba la dinamita
sus atributos de fiera.
Nadie al mirarla creyera
que había en su corazón
una desesperación
de cristales, de metralla
ansiosa de una batalla,
sedienta de una explosión.”
Tuvo la suerte de conocer a los poetas de la guerra, Rafael Alberti, Federico García Lorca. Muchos de ellos fueron fusilados, otros obligados a abandonar la tierra que les vio crecer. Miguel Hernández, tuvo la suerte de coger el último tren que le llevaría a la era de la modernidad, la época de plata.
Volcado con la cultura., misionario pedagógico acercando a los pueblos más rurales la importancia del arte, volcado a la lucha antifascista:
“Aquí estoy para vivir
mientras el alma me suene,
y aquí estoy para morir,
cuando la hora me llegue,
en los veneros del pueblo
desde ahora y desde siempre.
Varios tragos es la vida
y un solo trago es la muerte.”
Muchos atisbos hicieron que le corazón de Miguel se fuese apagando. Esa lucha por la libertad que a medida que el Bando Nacional avanzaba, carecía de sentido. La muerte de su primer hijo a causa de la malnutrición, muerte y exilio de compañeros, profesión abocada a la guerra, a la persecución, a la encarcelación y a la tortura.
Y así fué como Miguel Hernández paso los últimos años de su vida, entre rejas.
“Las cárceles se arrastran por la humedad del mundo,
van por la tenebrosa vía de los juzgados:
buscan a un hombre, buscan a un pueblo, lo persiguen,
lo absorben, se lo tragan.
Un hombre aguarda dentro de un pozo sin remedio,
tenso, conmocionado, con la oreja aplicada.
Porque un pueblo ha gritado, ¡libertad!, vuela el cielo.
Y las cárceles vuelan.”
La enfermedad pudo con ese corazón lleno de valentía y lucha, el tifus y la tuberculosis acabaron con él.
No murió, le dejaron morir. El peor tipo de condena que cualquier hombre que pudiera añorar la libertad podía sufrir.
Escribió sus últimos versos en la pared donde se encontraba preso: “Adiós hermanos, camaradas, amigos. Despedirme del sol y de los trigos “
“Creía en los hombres, y no se le apago nunca no, ni en el último momento esa luz que por encima de todo trágicamente le hizo morir con los ojos abiertos”, estas fueron la últimas palabras que dedico Vicente Aleixandre a su compañero y amigo.
Gracias poeta de la guerra, Gracias por no apagarte nunca, por dejarnos oír la voz que los que no pudieron hablar, de las personas que lucharon, de los cuerpos que siguen abandonados bajo tierra y cemento y de aquellos familiares muertos en vida, que esperan que llegue por fin, un ápice de justicia y libertad.
Viva la República.
Por Marta Varela