Cada 28 de febrero resurge un mapa de «Escritores andaluces» en el que las autoras —3 mujeres, frente a 28 hombres— apenas existen. Hoy me lo he encontrado de nuevo en las redes sociales, compartido con orgullo. Merece la pena tenerlo, claro, porque en él figuran Machado, o Lorca, o Juan Ramón. Pero a mí me resulta incompleto.
A mí me resulta incompleto porque echo de menos a Leonor López de Córdoba, pionera de la literatura autobiográfica, ¡en los siglos XIV y XV!
A las poetas de Al-Ándalus: decenas de autoras nacidas en Sevilla, en Córdoba, en Granada o en Almería. Entre ellas —por supuesto— Wallada, que hizo de Gertrude Stein un milenio antes.
A Cristobalina Fernández de Alarcón, poeta del Siglo de Oro, que se ganó las críticas de Quevedo o de Góngora —todo un elogio— por su éxito en los certámenes literarios. A Ana Caro de Mallén, dramaturga de la misma época, que logró en su género una fama similar.
A María Isidra de Guzmán, la primera mujer que formó parte de la Real Academia Española, pronunciando su discurso de ingreso en 1784, casi dos siglos antes que Carmen Conde.
A María Rosa de Gálvez, dramaturga ilustrada a la que conocemos gracias al esfuerzo de Aurora Luque, cuya obra estuvo a la altura de la de Moratín, y que habló sobre la libertad y la independencia de las mujeres en las primeras décadas del XIX.
A Patrocinio de Biedma y la Moneda, periodista, una de las pioneras del feminismo en España, que fundaba y dirigía revistas en el siglo XIX, y traducía a sus coetáneos catalanes.
A Aurora Fuster Gallardo, llamada por la crítica de su tiempo a ser la primera gran dramaturga del siglo XX, asesinada por su marido a los 23 años.
A Carmen de Burgos, escritora, periodista que habló sobre el voto femenino o el divorcio a principios del siglo XX, la primera mujer española que fue cronista de guerra: se marchó a la de Marruecos, en 1909, para contarla.
A María Luisa Muñoz de Buendía, escritora, articulista y —junto a su marido, Rogelio Buendía, cuyo nombre sí perdura— una de las primeras traductoras de Fernando Pessoa a nuestro idioma: publicó las versiones al castellano de algunos de sus poemas en inglés.
A María Campo-Alange, una figura fascinante que se adelantó a Simone de Beauvoir: publicó «La secreta guerra de los sexos» en la Revista de Occidente y en 1948, un año antes que «El segundo sexo», partiendo de una tesis muy similar.
Texto: Elena Medel, poeta.