Cuando estaba pensando acerca de qué tema poder escribir, me he sentido terriblemente presionada sobre cuál sería el tema que le podría interesar a los visitantes de este periódico y, con toda esta presión he estado divagando un poco y, como considero que hay que seguir el instinto, he decidido que debería hablar de la propia presión.
Acerca de la presión se me ha venido a la cabeza las diferentes presiones con las que nos encontramos día a día: presiones culturales, sociales, religiosas, políticas, etc…aunque me he decantado por la forma en que nos ejerce presión la sociedad/cultura sobre los roles que tenemos asociados hombres y mujeres.
Esto me ha venido a la cabeza a raíz de una conversación con una amiga sobre el programa de Bertín Osborne, en concreto hablábamos de un artículo que se publicó en El País sobre el programa en el que apareció Iker Casillas. El artículo denuncia el machismo implícito que se desarrolla en el programa, en el que la mujer de Iker Casillas, Sara Carbonero, aparece únicamente en el espacio en el que están cocinando, de manera salvadora porque ellos parece que no tienen muy claro que hacer con la comida (nótese que parece que somos las mujeres la únicas que debemos saber esto) y, cuando esta mujer se retira de la cocina Bertín le pregunta a Iker si él cree que ella volverá a trabajar- a mí me gustaría saber qué le pasa a este señor por la cabeza para llegar a esa pregunta. Obviamente por el tono en que estoy escribiendo estas líneas, os podréis figurar la opinión que me merece este señor, os la dejo a vuestra libre interpretación y, el motivo por lo que os cuento todo esto, es que mi amiga y yo debatíamos acerca de las presiones que en este caso ejercen fuerza hacia las mujeres, y sobre cuáles son nuestras tareas, aparte de sentirnos claramente indignadas sobre cómo es posible que eso pueda salir en un programa de televisión.
Conversando acerca de las presiones de género y del rol que parece que las mujeres tienen que ejercer en la sociedad me acordé de otro artículo que leí en el 20 minutos un día que iba en el tren camino al trabajo. El artículo trataba sobre un grupo de asistencia psicológica que se proporcionaba a hombres en situación de paro prolongado. El motivo por el que se había creado el servicio es porque se habían detectado desajustes psicológicos que afectan de manera diferente a los hombres: autoestimada dañada porque, uno de los tantos motivos, sienten que su identidad está más afectada al no poder ser los cabezas de familias o los proveedores de la prole. En estas sesiones les enseñan a dar otro sentido a su situación actual.
Ambos ejemplos los he querido exponer para ejemplificar las presiones que por parte de la sociedad/cultura nos afectan, nos definen cómo hombres y mujeres. También considero que es importante recalcar que a ninguno de los sexos está exento de este tipo de concepciones.
Igualmente, mientras escribía estas palabras me planteaba: ¿hasta qué punto nos damos cuenta de estas presiones sutiles sobre nosotros mismos? Tal vez solamente nos damos cuenta cuando nos abstraemos y lo vemos desde fuera o cuando ocurre un cambio que consigue que nos planteemos este tipo de cuestiones.
Opino que es muy importante que seamos conscientes de este tipo de cuestiones y de cómo nos afectan, no sólo en el plano social sino también en nuestro plano psicológico, dado que todos/as vemos el mundo con nuestras gafas particulares, por ello saber qué piezas conforman mis gafas y si las puedo cambiar o no también proyectará una imagen diferente de cómo son las cosas.
No creo que venga mal reflexionar sobre estos temas para que cada uno de nosotros/as se forme su propia opinión. Yo tengo la mía, vosotros/as os conformareis la vuestra, porque al final y al cabo, ¿es lo que hay?