La inteligencia necesita necesariamente de 3 elementos fundamentales para existir: sentido del humor, sentido del humor y sentido del humor. (Sócrates; 1954-2011)
Para amigos y enemigos, acogiéndome a sagrado, que en el caso de un ateo es el mismísimo Ius Iocandi, comentaré con deleite el medieval, desconocido y magnífico “Privilegio del Bufón”.
Define un artículo de la revista Jot Down, escrito por Diego Cuevas, ese privilegio, como “un contrato no escrito, universal pero extraoficial, entre el público y el comediante. Un acuerdo que concede derecho al artista para bromear sobre cualquier tema, por escandaloso o controvertido que sea (…)”.
La lectura del artículo completo, y la revista entera si no la conocen, es siempre altamente recomendable.
El privilegio del bufón – Jot Down Cultural Magazine
La Audiencia Provincial de Madrid o la Asociación de Abogados Cristianos deberían conocerlo y practicarlo ya que, como garantes locales de la libertad y de la bondad, tienen el dudoso gusto de demandar y procesar las chanzas de las diferentes gentes del humor poniéndolos en la picota.
Incluso algunas organizaciones izquierdistas deberían revisarse los niveles de tolerancia al cachondeo y a la burla, máxime si son temas muy, muy serios.
Ya en el año 2500 a.C en el imperio egipcio existían los bufones, pigmeos del sur, así como en Irlanda en siglo VII a.C (que sería aproximadamente el siglo XXVIII antes del Cholo), en la antigua Roma (el baladro), en el Japón del siglo XII d.C, (el taikomochi) o en la España de los 90 (el Leo Bassi).
Mención aparte merecería el Mester de Juglaría, que aparece citado por primera vez en castellano en el año 1116, vinculado a la tremenda ciudad de León. Juglar proviene del latín jocularis, joculator, que significa ‘bromista u hombre de chanzas’. Por su parte, la palabra mester viene de la palabra menester, a su vez del vocablo latino ministerium, que significa ministerio y, a su vez, ‘oficio‘.
Este Oficio de la Chanza, este Ministerio Mundial de la Broma (M.M.B) o los Servicios Secretos del Chiste Malo (S.S.S.S.C.M), se fueron extendiendo con éxito por todo el mundo, ya que el sentido del humor, más o menos acertado, se anuda en lo más profundo del ser humano, como una de sus características esenciales, un derecho y un deber individual y colectivo, fruto inevitable del desarrollo de la inteligencia (cuidado aquí, releer si es necesario).
Continua el artículo de Jot Down:
“En la Europa del siglo XVIII decenas de bufones, de aspecto similar al que habita en la memoria colectiva, pegaron botes y escupieron barrabasadas cerca de los soberanos de países como Inglaterra, Polonia, Francia, Alemania o Rusia. En Italia, este tipo de artistas se volvieron nómadas y fundaron la commedia dell’arte viajando entre pueblos para representar funciones teatrales”.
Madre mía, estos idiotas (perdón, personasdiversas que no participan de los grandes asuntos públicos) fundaron la Commedia dell’Arte, embrión del teatro, del circo, de la ópera, de la pantomima y el melodrama. Embriones a su vez del cine, musas de la pintura, de la fotografía, de todas las artes que se retroalimentan.
Estas personas enanas y deformes (perdón, estas personas con acondroplasia de alternativas estéticas variadas), fusionaron el teatro griego y el Renacimiento con la mímica, el carnaval, el, la improvisación, la tradición oral bíblica, la farsa romana y fundaron las primeras compañías de teatro estable.
Difundieron cultura, ideas, tradiciones, relatos, chistes o cantares en distintas lenguas y dialectos, arriesgando sus vidas ya que fueron duramente perseguidos por los censores y los macarras de la moral, que decía Serrat, huyendo siempre, en plena contra reforma, sufriendo siglos de vigilancia, control y exterminio por parte de la Inquisición, de la Santa Sede, de las policías dictatoriales de todo pelo o de los Tribunales de Orden Público.
Shakespeare, Velázquez, Matejko, Roland the Farter (el pedorro), João de Sá, Archibald Armstrong, William Sommers, Triboulet, el bufón de El Jueves, son eslabones en la cadena, que se compone de grandes genios, grandes obras y, por supuesto de grandes necios, de enormes meteduras de pata, de grandes cagadas y de hogueras calentitas.
Y aquí entra el Privilegio del Bufón, la garantía jurídica del Ius Iocandi, el deber social de proteger la comedia, la creación, el imperativo de dar libertad al riesgo de opinar diferente, de usar un punto de vista rompedor, revolucionario incluso, que fomente el riesgo en las opiniones y en el planteamiento de nuevos esquemas mentales.
Incluso aunque existan Antonio Banderas, el Gran Wyoming o Bertin Osborne.
Concluye el artículo citado:
“La comedia no debe tener fronteras, del mismo modo que no existen los límites en el cine o la literatura porque se sobreentiende que todo está enmarca dentro de una ficción. Y aceptar el privilegio del bufón es entender justamente esto.
Que se trata de un chiste.
Otra cosa muy distinta es que la comedia que se realice sea de buen gusto, de mal gusto, execrable o repulsiva. El humor siempre ha gustado de caminar por cuerdas flojas y chapotear en los pantanos, y cada cómico tiene derecho a hacer guasa de lo que considere necesario.
En principio, se considera que el público es lo suficientemente maduro como para entender si en el acto humorístico existe la sátira o el patinazo, y también si la propia burla encaja en su sistema moral o no, si la considera justa o injusta”.
Quizás este sea el problema. Los juicios demasiados verdes. Ale, a esperar a que madure la cosa escuchando a algún maestro.