La campaña No a los Tratados de Comercio e Inversión, impulsada por más de 100 organizaciones y de la que forma parte Ecologistas en Acción, anima a la participación de la ciudadanía en la Huelga Mundial del Clima del próximo 27 de septiembre. «Los tratados de comercio e inversión -explican desde Ecologistas- son incompatibles con la reducción de emisiones, dificultan la adopción de las medidas necesarias para hacer frente a la crisis ecológica y agravan la emergencia climática». Para responder con rapidez y contundencia a la emergencia climática, ecológica y civilizatoria, la campaña propone «dar un giro de 180º en las políticas comerciales de modo que estas antepongan la protección del clima, la biodiversidad y los derechos humanos al beneficio privado».
Los impulsores de la campaña No a los Tratados de Comercio e Inversión han firmado el manifiesto sobre la Huelga Mundial por el Clima del próximo 27 de septiembre. Las más de 100 organizaciones que están trabajando en esta campaña, entre ellas, Ecologistas en Acción, han denunciado que «nuestro modelo socioeconómico está lejos de proponer soluciones para la crisis climática; muy al contrario, este modelo profundiza en dicha crisis y pone en riesgo la supervivencia humana, la de otras muchas especies y ecosistemas, afectando especialmente a las poblaciones más empobrecidas y vulnerables».
Los tratados de comercio e inversión -como el Tratado sobre la Carta de la Energía o el recientemente alcanzado acuerdo entre la UE y Mercosur- constituyen, según Ecologistas, uno de los principales engranajes de una globalización que impulsa un modelo de comercio internacional. Para los impulsores de la campaña No a los Tratados de Comercio e Inversión, se trata de un modelo «intrínsecamente insostenible e injusto».
Según las organziaciones sociales y ambientales, el aumento del comercio global incrementa la presión sobre los recursos naturales. Además, destruye ecosistemas, acelera la pérdida global de biodiversidad y origina violaciones de derechos humanos en el contexto de infinidad de conflictos socioecológicos en todo el mundo.
También conlleva un mayor uso de combustibles fósiles, inherente al aumento de la cantidad de mercancías producidas y transportadas a larga distancia, que supone más emisiones de gases de efecto invernadero. Para reducir las emisiones lo sensato es reducir, en vez de aumentar, el volumen de intercambios globales.
Por otro lado, los tratados de comercio e inversión, al debilitar o suprimir regulaciones ambientales, facilitan a las empresas la explotación de la naturaleza y reducen la capacidad de los gobiernos para impulsar modelos sostenibles de producción y consumo. Se ha demostrado en multitud de ocasiones que constituyen una coraza legal para las multinacionales, dotándolas de poderes supranacionales y permitiéndoles continuar con actividades insostenibles que destruyen la naturaleza y ponen en riesgo la supervivencia de la vida como la conocemos.
Los impulsores de la campaña No a los Tratados de Comercio e Inversión ponen como ejemplo el tratado sobre la carta de la energía (TCE), que “permite a los grandes oligopolios de la energía extorsionar a los países firmantes del tratado ante cualquier intento democrático de llevar a cabo reformas de calado en el sector energético”. Dificulta así la transición justa hacia un modelo basado en energías renovables y el dejar atrás los combustibles fósiles.
Otro ejemplo -explican los ecologistas- es el recientemente anunciado tratado comercial entre la UE y Mercosur: «este acuerdo tendrá efectos particularmente perniciosos sobre ecosistemas como la Amazonia, básico para la regulación del clima en todo el planeta, al favorecer las exportaciones de materias primas agropecuarias de países como Brasil o Bolivia».
Según Ecologistas en Acción, los ya innegables efectos de la crisis climática evidencian que las políticas de globalización comercial y explotación creciente de recursos que alimentan nuestros insostenibles modelos de consumo deben someterse a un giro de 180º. Se deben poner a funcionar todos los mecanismos posibles dentro del marco político mundial para revertir este nocivo modelo socioeconómico.
En el marco de este análisis, la campaña No a los Tratados de Comercio e Inversión ha concretado sus demandas en tres puntos:
1. La Unión Europea (UE) debe abstenerse de negociar nuevos tratados comerciales y paralizar los procesos de ratificación de acuerdos como el CETA, con Canadá, o el acuerdo con Mercosur, tan celebrado por Pedro Sánchez. Este acuerdo aumentaría la presión sobre ecosistemas tan importantes como la Amazonia y supone un espaldarazo a las políticas ecocidas de gobernantes como Jair Bolsonaro.
2. La UE debe cambiar radicalmente sus políticas comerciales, de modo que estas antepongan la protección del clima, la biodiversidad y los derechos humanos al beneficio empresarial. Se debe fomentar la adopción a nivel nacional, de la UE e internacional, de legislación vinculante que permita poner fin a la impunidad de las trasnacionales en todo el mundo, responsabilizándolas jurídicamente de sus actos.
3. Los Estados deberían salirse de los tratados ya firmados que permiten a las empresas transnacionales demandarles ante tribunales de arbitraje ISDS por impulsar legislaciones que consideran que perjudican sus intereses. Esta amenaza supone un desincentivo importante a la adopción por parte de los Gobiernos de políticas efectivas de defensa del medio ambiente y del clima. Algo que queda patente en las demandas vinculadas al Tratado de la Carta de la Energía, tratado bajo el que España es el país más demandado del mundo.
Por todo lo anterior, junto a las otras 300 organizaciones firmantes del manifiesto, los impulsores de la campaña No a los Tratados de Comercio e Inversión han hecho un llamamiento a la ciudadanía para que el próximo 27 de septiembre se una a las movilizaciones previstas en las diferentes ciudades del Estado español.