Dicen que un virus (el COVID-19) está poniendo a prueba nuestra solidaridad. Demasiado caro el precio de este examen como para pensar que era necesario comprobar si somos personas solidarias o no.
Los mensajes apelando a la nostalgia del “pasado”, de los abrazos, de los besos sin red, de los brindis aplazados para #CuandoEstoPase combinados en la coctelera de las emociones se multiplican por doquier.
Parece que ahora no toca criticar nada, debemos obedecer las indicaciones de expertos. Ellos saben lo que hay que hacer y no toca. Hay que aplazar la indignación ante la falta de recursos que permitan al personal sanitario hacer lo que mejor sabe hacer: cuidar de nuestra salud. Salvar vidas.
Hay que aplazar la indignación viendo como la mayor parte de los responsables políticos (por no decir todos) piden calma a la ciudadanía, mientras buscan constantemente quién es más culpable. Hay que aplazar la indignación de ver cómo se amontonan las facturas de los errores en la “subasta” de residencias públicas de mayores. Hay que aplazar la indignación de ver cómo millones de personas se quedan sin trabajo o se les reduce el sueldo para hacer frente a la crisis, pero los cargos políticos no renuncian a ninguno de sus privilegios. Hay que aplazar la indignación de ver cómo numerosos movimientos sociales se han ido manifestando hasta hace poco más de un mes, avisando de que así no iban bien las cosas, que si los servicios públicos privatizados pasan a manos de empresas y las empresas tienen como fin el lucro, y el lucro busca únicamente el beneficio económico el capital más valioso, el capital social, el que ahora nos resulta tan necesario para no caer en la locura, iba a acabar en bancarrota.
Día a día llegan las 8 de la tarde y salimos a aplaudir a quienes siguen incrementando el saldo de capital humano. Y los reconocimientos son positivos, pero a lo largo del tiempo se quedan en la palmadita en la espalda de tu jefe diciéndote: “Qué bien lo has hecho”, aunque tu sueldo quede muy lejos de ser lo que mereces.
Cuando esto pase, tendremos que aplaudir más fuerte y más cerca, para que no pase.
Belén Ochoa