Me imagino ayer durante todo el día a Mariano y Carles, Carles y Mariano, haciendo echar humo a su calculadora electoral cada vez que aparecían imágenes de los porrazos repartidos sin descanso por las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado (sí, estado en minúsculas, porque así queda a ojos de los ciudadanos que no toleramos la violencia). Cada golpe, cada empujón, cada patada o mamporro se traducía rápidamente a votos por uno y otro lado. Mariano y Carles, Carles y Mariano, se frotaban las manos mientras la gente de a pie era apaleada por defender lo que consideraban justo. Ellos se sentían seguros en sus poltronas, se sabían intocables, y sonreían mientras mentalmente veían su urna medio llena.
Mariano, a porrazos no. El 9 de Noviembre de 2014 se celebró en Catalunya una consulta que no tenía niguna validez legal. Tus amigos del Tribunal Constitucional ya se habían encargado de quitarle cualquier legitimidad legal, que no moral, no sólo al resultado de la votación, sino a la ley que la regulaba. ¿Por qué no haberlo hecho así también esta vez si se daban las mismas circunstancias? ¿Había que justificar el gasto de tener a 10.000 policías y guardias civiles en barcos durante más de una semana? ¿O pensabas que la balanza se inclinaría hacia el lado de los miles de «españoles» que pensarían, «más palos les tendrían que haber dado»?
Mariano, a porrazos no. A quienes nos tenemos por ciudadanos de bien no nos parece decente que funcionarios públicos pagados por nuestros bolsillos se dediquen a zurrar alegremente a quienes, como única arma, portan una papeleta para ejercer el derecho, reconocido en la Constitución a la que tanto te aferras, de la libertad de expresión. Porque eso era lo que ayer se celebraba en Catalunya, Mariano, una reivindicación de la autodeterminación a la que tienen derecho todos los pueblos, la reclamación del derecho a expresar una opinión, a decidir. Pero tú ya habías hecho tus cálculos y sabías cuál era la respuesta que más te convenía. Por eso hacía días que tenías a tus verdugos hacinados, para tenerlos lo suficientemente agitados y así seguir llenando tu urna.
Mariano, a porrazos no. Porque pudiste haber resuelto este problema hace mucho tiempo, pero preferiste recoger firmas y cercenar el Estatut. Sólo tenías que haber cambiado el modelo de financiación autonómica y te opusiste Mariano, ni siquiera te sentaste a hablar, a dialogar, igual que ahora. En el 2006 pedías un referéndum sobre el Estatut desde la oposición, ahora no quieres ni oir hablar de ello. Cómo cambia el discurso, y cómo cambian los números en tu calculadora, entre la oposición y el gobierno.
Mariano, a porrazos no. Y claro, te enorgullecerás públicamente que en España la extrema derecha no obtiene representación parlamentaria cuando sabes que es mentira. Sabes que en los actos que convocáis por la unidad de España se canta el «cara al sol» y no te importa. Sabes que en esos actos se alza el brazo como hacía el dictador, y te da igual. Sabes que se despide a los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado (sí, en minúsculas porque con tus órdenes no haces sino infravalorarlo) al grito de «a por ellos» y seguro que sonríes. Sonríes para tus adentros y te frotas las manos, Mariano.
Y a partir de ahora, ¿qué? Espero que recapacitéis, que llames a Carles y quedéis los dos para hablar, que para eso os eligieron quienes os votaron. Que dialoguéis con un café o una tila entre las manos. Que cedáis si no queréis abocarnos a un callejón sin salida, a más golpes, empujones y patadas. Y que tengas claro que a porrazos no, Mariano, a porrazos no.