Una lectura rigurosa de la historia reciente, pone de manifiesto dos hechos relevantes: en primer lugar, que las mujeres sólo han conseguido conquistas sociales importantes duraderas cuando ellas mismas han liderado esas luchas, y en segundo lugar que estas conquistas representan los cambios sociales más profundos y de más proyección de futuro de todas las transformaciones habidas a lo largo de los últimos cien años.
Desde la Declaración de los Derechos Universales promovidos por la Revolución Francesa, cuando la mujer por primera vez en la historia cuestiona de forma colectiva el papel que les había asignado la cultura tradicional, fundamentada en la tradición judeo-cristiana; pasando por el Movimiento Sufragista del siglo XIX, que rompe el cerco de la invisibilidad que les había mantenido ocultas en el hogar durante siglos, reclamando con fuerza su protagonismo social en la educación, el trabajo remunerado y la participación política a través del derecho al voto; hasta el resurgimiento, a finales de los setenta del siglo pasado, de una nueva rebelión que acaba cristalizando en el actual movimiento feminista, cuya ambición supera el espacio social y se propone, sin complejos, el cambio radical en las instituciones políticas, económicas y culturales.
El actual movimiento feminista ha activado dos poderosas palancas de cambio que están poniendo en jaque los fundamentos del sistema vigente y su potencial transformador asusta a las élites del poder, porque conocen el potencial revolucionario de sus propuestas:
.- Desde la biología, no sólo poder ser madres libremente, sino el derecho a la sexualidad y al libre control de su cuerpo.
.- En las relaciones con los varones, que siguen estando presididas por un fuerte componente de poder masculino, instaurar la paridad real tanto en el ámbito público del poder político y económico como en el ámbito privado del hogar, cuyo trabajo debe ser reconocido y compartido.
No obstante, a pesar de las grandes conquistas conseguidas, es evidente que la discriminación de género sigue existiendo de forma abierta o solapada. La clase social, el espacio geográfico, la religión dominante y la inercia de la cultura tradicional son factores que siguen discriminando a la mujer. Por eso un movimiento feminista trasversal sigue siendo imprescindible, y los varones debemos ser cómplices respetuosos y acompañar a nuestras compañera en estas hermosa aventura, porque…, no nos engañemos, las mujeres representan la mitad del cielo y el cambio será femenino o no será.
Carlos de la Cal