En la actualidad existe una derivación extrema de la clase trabajadora, que en algunos casos raya la exclusión social. Es la conocida como la «clase baja». Siendo la clase socioeconómica con mayor nivel de pobreza, y frecuentemente su vida se caracteriza por carencias y limitaciones con respecto a cualquier tipo de necesidad.
¿Cómo es posible que unos pocos tengan tanto y la gran mayoría poco o nada?.
Vivimos en una sociedad que está organizada mediante lo que los «expertos» llaman «Intercambio desigual», que se produce cuando algunos controlan los servicios o bienes que otros necesitan o desean, y exigen beneficios a cambio de distribuir esos bienes.
Por lo general las clases sociales media y baja se agrupan en partidos que persiguen un cambio social, contrariamente a las clases sociales altas que se agrupan en partidos conservadores que persiguen el mantenimiento de la situación, sin ninguno o pocos cambios, el objetivo es no perjudicar a las oligarquías.
La renta per cápita y por hogar ha sufrido un gran retroceso. No solo ha caído la renta sino que el reparto de la misma ha empeorado sustancialmente desde el inicio de la crisis, con máximos históricos de desigualdad; el aumento de esta desigualdad, unida a la caída importante de los ingresos, conlleva que los estratos inferiores han visto disminuir sus niveles de vida de forma drástica.
Ello ha generado situaciones de pobreza y exclusión social que hace años parecían desterradas de nuestra sociedad.
El progreso de la economía mundial de los últimos años ha favorecido a todo el mundo, menos a las clases medias y trabajadoras, colectivos que han sido los que menos provecho han obtenido de las ganancias de la economía global, los excluidos del reparto.
El 40%, 12 puntos más que antes de la crisis, de la población de clase desfavorecida vive»situaciones de pobreza y exclusión».
Ante lo cual, hemos de proclamar que nuestra vocación de administrar las ganancias de la economía ha de ir acompañadas de un compromiso con una nueva manera de organizarnos, un nuevo marco político e institucional.
Las viejas recetas ni han servido y nunca servirán.