«Hasta el rabo todo es toro» debieron pensar los responsables del gobierno municipal cuando se pusieron a la faena de elaborar el programa de las fiestas. Es tal la profusión de actos relacionados con el mundo del bóvido que hasta da miedo salir a la calle en esos días, no vaya a ser que al doblar una esquina te encuentres de frente con un astado, ya sea de plástico, de fuego o de los de verdad. No se dan cuenta de que su apuesta por contentar a unos pocos, aunque violentos (y si no miren las imágenes del famoso pleno), está siendo la estocada a unas fiestas ya de por sí muy desprestigiadas. Unas celebraciones donde la cultura (la de verdad, no la tortura) tiene un lugar muy secundario, por mucho que pregonen que los conciertos son gratuitos, pues la cantidad que destinan a éstos no es ni la cuarta parte de lo que gastan en sus «espéctáculos taurinos».
Y esa gran idea de dar un regalo a esos niños y niñas que «disfruten» de variadas actividades entre las que obligatoriamente deberán visitar los corrales y participar en un encierro infantil… ¡Qué elocuencia! ¡Qué grandiosidad! ¿Por qué no hacen ya de paso otro concurso para los mayores donde el premio se lo lleve quien más veces le haya puesto los cuernos su pareja durante las fiestas? O mejor aún, sustituyan el baile de la amapola por la danza del minotauro, que además queda como más cultureta. Quién sabe si llegará el día que, a quienes no nos gustan estas fiestas, nos hagan salir a la calle con un rejón para poder ser identificados con facilidad y así poder recibir las puyas de los amantes de la «tradición». Un término, por cierto, que anda algo infravalorado en nuestro pueblo, porque según algunos nuestro regidor debería ser nombrado alcalde perpetuo por el mero hecho de llevar ya dos años en el cargo.
Después, a toro pasado, nos vendrá Don Narciso (lo del Don es porque siempre en fiestas adopta un cierto aire caciquil) a dar cuenta de los gastos de las fiestas, aunque seguramente se le pasen todos esos gastos «menores» que sumados todos pasan a ser medianos o incluso mayores, como los pañuelos de las fiestas, las fotos, las entradas que compran y luego regalan para que parezca que va mucha gente a la plaza, o el registro de la marca «Los toros de Madrid», esa gran ocurrencia de algún lumbreras que nos ha costado varios miles de euros. Pero usted tranquilo, Don Narciso, que ya estarán sus amigos Heras, Perdiguero y Cardador atentos para salir al quite y echarle algún capote. Un Cardador que, aunque no se atreva a salir de su burladero, ya ha demostrado que si tiene que saltarse su programa a la torera, se lo salta sin miramientos. Va de primer espada, pero no pasa de maleta. Y Heras, con esa chulería de «a mi no me torea nadie», no se pone ni «colorao» (o grana, que queda más taurino) cuando dice que Ganemos Sanse está a favor de los encierros… ¡olé!
En otros lugares ya le han visto las orejas al toro y han sabido lidiar con el asunto sin necesidad de prohibir nada. A ver si de una vez en Sanse tienen lo que hay que tener para coger el toro por los cuernos y darse cuenta de que la sociedad tiene que evolucionar, que el maltrato animal no debe tener cabida, y menos en las fiestas, y que mejor nos iría si a los niños y niñas de nuestro pueblo se les educase en otros valores distintos de la tortura por diversión. Y si no, señores y señoras del gobierno municipal, lo mejor es que se corten la coleta y dejen paso a gente más valiente, que sea capaz de dar la alternativa a otro modelo de fiestas.