Con ocasión de la celebración, hoy, del Día Mundial contra la Impunidad de los Crímenes contra Periodistas, la organización no gubernamental Reporteros Sin Fronteras (RSF) publica «la lista de los 35 jefes de Estado, políticos, líderes religiosos, milicias y organizaciones criminales que censuran, encarcelan, torturan o asesinan a periodistas». Aunque son todos «depredadores de la Libertad de Prensa», que así los califica Reporteros Sin Fronteras, no todos atentan de igual manera, ni mucho menos, contra la integridad física de los periodistas. Antes al contrario, la persecución y/o violencia de los ataques -y su casuística- es muy diversa. Esloquehay reproduce a continuación, íntegramente, el comunicado en el que RSF repasa esa lista. [Si quieres ampliar la imagen, clica en Mapa de la Libertad de Prensa 2016].
Reporteros Sin Fronteras. Para denunciar la impunidad en la que permanecen sus crímenes, RSF ha elaborado una ficha de cada uno de estos depredadores en la que se describen sus principales técnicas de ataque, sus brazos armados, sus blancos preferidos, su discurso oficial –generalmente entre las amenazas y la negación-, y sus trofeos de caza. Estas fichas también recuerdan en cada uno de los casos la lamentable puntuación de su país en la Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa de Reporteros Sin Fronteras.
Estos Depredadores de la Libertad de Prensa emplean diversas técnicas. Algunos torturan y asesinan valiéndose de sus brazos armados, otros llevan a cabo detenciones masivas o arbitrarias, mientras que los más usan métodos indirectos: se valen de leyes antiterroristas, del delito de lesa majestad, o se sirven de la asfixia financiera. La lista no es exhaustiva, y los depredadores que en ella figuran son aquellos que más se han distinguido entre 2015 y 2016.
«Estos depredadores son los que más pisotean la libertad de prensa y cometen las peores atrocidades contra los periodistas, sin que se les moleste», indica el secretario general de Reporteros Sin Fronteras, Christophe Deloire. «A fin de romper este ciclo infernal de impunidad es necesario nombrar a un Representante Especial en las Naciones Unidas para proteger mejor a los periodistas”, añade.
De Singapur a Tailandia, pasando por Cuba, Eritrea, Burundi, la República Democrática del Congo y Sudán del Sur, la mayoría de los depredadores siguen siendo jefes de Estado o de gobierno.
Entre los nuevos integrantes de la lista se encuentra el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, quien controla ahora los principales grupos de prensa del país. El estado de emergencia instaurado precipitadamente en julio 2016 tras el fallido golpe de Estado le dio la ocasión para detener a más de 200 periodistas y cerrar más de 100 medios: diarios, revistas, televisiones y radios.
Otro amante de las redadas masivas y de las detenciones arbitrarias es el presidente de Egipto, Abdel Fatah al Sisi, que ascendió al poder en 2014, tras el golpe de Estado militar del 3 de julio de 2013. El régimen persigue cualquiera que tenga relación, estrecha o lejana, con los Hermanos Musulmanes.
En la misma línea, el primer ministro de Tailandia y jefe de la junta militar, Prayut Chan-Ocha, amordaza a periodistas, medios de comunicación y blogueros, además de a artistas, intelectuales, universitarios y miembros de la oposición política desde que se instauró la ley marcial, en mayo de 2014.
En Burundi, el presidente de la República, Pierre Nkurunziza, emprendió en 2015 una intensa campaña de represión contra los medios de comunicación, comenzando por aquellos que cubrieron el intento de golpe de Estado organizado por detractores del presidente que se oponían a su intención de reelegirse, algo que infringía la Constitución. La represión adopta todo tipo de formas: acoso judicial, encarcelamientos arbitrarios, prohibición de difusión o de publicación, palizas, tortura, desapariciones…
En Arabia Saudí, el rey Salman bin Abdulaziz al Saud sucedió a su hermano Abdullah, y ostenta la herencia de una dinastía que desde siempre ha sido hostil a la libertad de prensa.
En Venezuela, el presidente Nicolás Maduro tiene sus propias artimañas para someter a los medios de comunicación: sus amigos han comprado medios como el diario El Universal y el canal Globovisión, lo que desencadenó una ola de despidos y renuncias; el presidente se sirve de la escasez de papel, orquestada astutamente, para reducir la circulación de la prensa escrita, y ha usado una ley que criminaliza cualquier contenido que “cuestione a la autoridad constituida legítimamente”.
En lo que respecta a los extremistas religiosos, el grupo Estado Islámico no se detiene ante nada para sembrar el terror: secuestra y asesina a los periodistas que no le juran lealtad. En la lista también se encuentra Ansarullah Bangla Team, movimiento extremista islamista de Bangladesh que publica en Facebook nombres de blasfemos –blogueros laicos y pensadores libres– e incita a asesinarlos. En Afganistán y Pakistán, los talibanes no han renunciado a su barbarie mortífera. Las zonas que controlan son agujeros negros de la información, donde el trabajo periodístico es imposible.
Finalmente, ¿cómo no mencionar a los hutíes, movimiento político chiita de Yemen que tomó el control de Saná, la capital yemení, y de la mayor parte del país en 2014? La milicia se apoderó de los canales de televisión (Al-Jazeera, Al-Yamane-Chabab, Yémen-Digital Média). Ya no se registran los casos de secuestro y de desaparición de periodistas, pero numerosos testimonios confirman las torturas infligidas en prisión.
En México, han sido detenidos varios líderes de Los Zetas, pero el sanguinario cártel continúa con su campaña de terror con asesinatos, secuestros y actos de barbarie.
Algunos depredadores han desaparecido desde 2013, bien porque ya no están en el poder –como es el caso de Mahinda Rajapaksa en Sri Lanka–, bien porque murieron –como Islam Karimov y el mulá Mohamed Omar–, o porque dan menos de qué hablar, como los grupos rebeldes y paramilitares de Colombia: el acuerdo de paz firmado en septiembre de 2016 entre el gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), aunque haya sido rechazado en el referéndum, permite esperar días más tranquilos para los periodistas en el país.