Desde que somos animalistas (hace unos cuantos años ya), los que aquí escribimos hemos estado reflexionando sobre el apoyo de cierto sector de la población a un espectáculo como la tauromaquia, que, dejando aparte las consideraciones sobre su crueldad, es un evento incómodo de asistir, repetitivo y aburrido en su mayor parte para los asistentes (es inimaginable que el público de una película, una obra de teatro, etcétera, se dedique a hablar, saludarse y trastear con el móvil en vez de prestar atención a lo que está sucediendo). Si miras a la grada ves un acontecimiento social en el que la muerte de un animal es totalmente prescindible, ya que solo sirve de contexto a la reunión.
Entonces, ¿qué es lo que empuja a los pro-tauromaquia a una defensa tan encendida de algo que genera tantos gastos, es reprobado por cada vez más gente y que ni siquiera les genera mucho interés? Solo se nos ocurre que sea para ellos parte de su identidad. Y, ¿por qué? Si, como hemos dicho, la mayor parte de los que defienden “la Fiesta” ni siquiera entienden de toros.
Quizás porque se ha vendido como parte de un pack. Si eres de derechas, conservador, católico, crees en el empresariado y el liberalismo y estás orgulloso de ser español, tienes que ser -te guste o no- taurino.
Pero es que no lo es, usted puede seguir siendo quien es, puede seguir pensando lo que piensa y, al mismo tiempo, puede opinar que por abolir la tauromaquia (o por lo menos no financiarla) no se va a hundir el país. Ni siquiera perderá a sus amigos y será condenado a estar de cara a la pared la próxima década.
Podrá seguir votando al PP y a Cs (no olvide que le necesitan el día de las elecciones y quizá les obligue a cuidarle un poco más en vez de organizar una capea) y podrá despotricar tranquilamente contra todos los comunistas que defienden el intervencionismo del Estado sin temor a que le saquen el tema del mantenimiento de la tauromaquia a base de subvenciones.
Podrá seguir siendo católico, apostólico y romano y devoto de la Virgen del Rocío y el Cristo de los Remedios. El Papa Francisco y su infalibilidad le han lanzado un capote con su encíclica “Laudato Si”, que dice textualmente:
“Por otra parte, cuando el corazón está auténticamente abierto a una comunión universal, nada ni nadie está excluido de esa fraternidad. Por consiguiente, también es verdad que la indiferencia o la crueldad ante las demás criaturas de este mundo siempre terminan trasladándose de algún modo al trato que damos a otros seres humanos. El corazón es uno solo, y la misma miseria que lleva a maltratar a un animal no tarda en manifestarse en la relación con las demás personas. Todo ensañamiento con cualquier criatura «es contrario a la dignidad humana».
Así que ahí lo tiene, tiene todo el derecho a pasar e, incluso, a ponerse en contra.
Y, por supuesto, seguirá pudiendo estar orgulloso de ser español, lucir la bandera y seguir a la Selección, escuchar rumbas y flamenco, si les gusta ese tipo de música (ya hay cantaores que están rompiendo el lazo, por qué no usted) y podrá sentirse igual que siempre con respecto a su nacionalidad.
Queda lo último, quizá usted no quiera que ni nosotros ni nadie le digan lo que tiene que hacer. Pues de eso mismo estábamos hablando.