Las modas nos arrollan, pero defender los derechos humanos no se lleva. Más de 600 días de cautiverio y secuestro lleva el periodista español Pablo González en Polonia. Las ambulancias, hospitales, escuelas de la ONU y las gentes son objetivo de las bombas. Asesinar en la franja de Gaza es gratis para Israel. En 600 días de guerra en Ucrania han muerto 7000 civiles según fuentes de la ONU, en Gaza sobrepasan la misma cifra en tan solo 30 días. En 38 jornadas ya van más de 11.000 gazatíes asesinados.
La Convención de Ginebra es un cuento de hadas, la de los Derechos del Niño un comic, el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales una novela de ficción al mejor estilo Pérez Reverte, la Declaración Universal de los Derechos de la Madre Tierra una quimera, un desvarío, y la Declaración Universal de los Derechos Humanos pareciera una tapadera para acallar conciencias sin conciencia.
Dos siglos y medio de una declaración universal alumbrada en la revolución francesa que pareciera haberse parido anteayer, clandestina, por un grupo de sin nombres.
Pero en este panorama, que nos pintan desolador y triste, nos levantan de la silla gentes y organizaciones que rompen un discurso dominante, pretendidamente neutral y realmente belicista, y como Juana de Arco o Juana Doña o Mahatma Gandhi, Clara Campoamor, Nelson Mandela, o Martin Luther King… levantan su voz en un silencio atronador para situarse del lado de la historia, de la verdad y la justicia.
No todos mienten, no todos son cómplices, no todos tiemblan de sumisión y miedo, no todos matan o permiten exterminios, secuestros, extorsión, sufrimiento…
Aunque son turbios los días y los momentos amargos se suceden extenuantes, no todos son iguales, y nunca lo fueron, ni los momentos, ni las gentes.
Y hoy vuelvo a acordarme de las dos orillas de Julio Anguita, de aquella forma simple de ejemplarizar cómo se sitúan quienes nos gobiernan, y donde te sitúas tú y yo.
Las orillas siempre se dibujan, aunque el cauce del río baje seco, y Lula da Silva, presidente de Brasil, se ha puesto en la orilla de la justicia y la paz, también Bolivia, México, Venezuela, Cuba, Colombia, Chile o Suecia, como lo ha hecho Reporteros sin fronteras y Médicos, sin fronteras también, Amnistía Internacional, Save the Children, el Consejo Noruego para los refugiados, el Centro para los Derechos Constitucionales de Estados Unidos, la actriz Juliette Binoche y 93 intelectuales franceses, y gentes de la cultura en España -más de 1000-; más de cien artistas, escritores y académicos judíos que firman el manifiesto “Por la Libertad de disentir” en Alemania; los más de 60 intelectuales y activistas por la paz israelíes, o el director de la oficina de Nueva York del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, que ha presentado su dimisión por la inacción de la ONU para prevenir el «genocidio» de la población palestina en la Franja de Gaza a manos de Israel.
La orilla de la defensa de los derechos humanos, contra todo pronóstico malintencionado, y aun en lucha tan desigual, no se resigna, y tiene espacio para sumar esfuerzos, porque la tarea es basta pero irrenunciable, compleja pero ilusionante, la lucha por la vida siempre lo es.