Un taller de lectura de AMAPACI de Sanse con un libro de Annie, me ha impulsado a escribir estas líneas sobre una escritora que no renuncia a sus orígenes de clase trabajadora y considera la escritura como un acto político para abrir los ojos a la desigualdad social situando a la mujer como el centro de su obra.
Su escritura son dibujos en un espejo en el que mirarnos. Esos dibujos son sus recuerdos descritos con gran austeridad y desde la distancia. Para ello no se adentra en las emociones, no profundiza en los personajes, no les da voz, no hay diálogos. Muestra las cosas sin embellecerlas, sin juzgarlas, sin implicar ni los sentimientos ni a las personas, es la denominada autobiografía impersonal. Pero a pesar de eso, sus libros aunque duros son bellos, son íntimos y cercanos e incluso divertidos.
Trata temas de la vida como la familia, el matrimonio, los hijos, la violación, el aborto, el alzhéimer, el divorcio o el erotismo siempre abordados desde la crudeza y la verdad. Son historias que aunque hayan pasado hace mucho tiempo siguen siendo actuales, como lo son los problemas de las mujeres. Todo ello sin pudor a la vez que sin obscenidad.
El primer libro suyo que leí me pareció una autobiografía con mucho contexto social, pero en el siguiente descubrí otro episodio de su vida, y por ello decidí seguir leyendo de forma cronológica, para completar así su autoficción.
El lugar (1983) se refiere a la vida de su padre y Una mujer (1987) a la de su madre. Ambos imprescindibles para saber de donde viene y aunque la vergüenza social por su origen es patente, apuesta por dedicarse a escribir con rigor para superarlo.
Pura pasión (1993) La historia de la pasión de una mujer culta, inteligente, económicamente independiente, divorciada y con hijos ya mayores, que pierde la cabeza por un diplomático de un país del Este. Pero lo que subyace es hacer patente que la felicidad no es sólo la tranquilidad, la calma y además que la pasión puede hacer alcanzarla incluso sólo a través de su recuerdo.
No he salido de mi noche (1997) Después de la retrospectiva de la dureza de la infancia de su madre, una mujer obrera y de pueblo que describe en Una mujer, la lleva ahora hasta la residencia de ancianos donde está ingresada por la pérdida paulatina de su conciencia. Describe sin tapujos los momentos en que se quedaba junto a ella fuera del tiempo, sin ahorrar ningún detalle triste o feo y sobre vislumbrando la amenaza que se cierne sobre su propio cuerpo, ya que será vieja también.
El acontecimiento (2000) relata el desamparo de su propio aborto clandestino para contar esta experiencia que es la de otras mujeres,. Lo hace para quitarse de encima la posible culpabilidad convirtiéndola en escritura que permanezca el recuerdo, y que todo el mal que se ha infligido a las mujeres durante siglos permanezca y no retrocedamos en la lucha.
La mujer helada (2015). Muestra la dificultad de ser mujer, esposa, madre, y pluriempleada, sin además perder la identidad. De como todo esto junto al matrimonio con sus cláusulas ocultas de sumisión nos convierte en esa mujer una helada, y todo ello induciéndonos a ver a la necesidad de conseguir nuestro deshielo.
Memoria de chica (2016). En ella se recuerda a sí misma en su verano adolescente de 18 años, con muchas malas decisiones, su romance de amor no correspondió con pérdida de la virginidad y sobre todo ello mucha misoginia. Todo ello descrito como si no fuera su historia, sino la de otra la aquellas que en algún momento hemos callado ante el machismo estructural.
Y ya no me queda más remedio que acercarme a su último libro Mira las luces amor mío (2002), que transcurre en Alcampo. Sí, en un supermercado. Seguro cualquiera que sea el tema, contendrá de nuevo la reivindicación del género sin olvidar la clase social.
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