Pongamos una comunidad rural de unas 20 viviendas en un entorno bastante boscoso. Nos encontramos en pleno otoño y, a pesar del expolio climático, empieza a hacer algo de frío, aumentando la sensación del mismo la existencia de algunos arroyos y sus pequeños afluentes, y en cuanto el giro de la Tierra esquiva al Sol, el frío es todavía más intenso. Esta comunidad calienta sus casas con leña; el verano ha sido bueno, fértil, y eso ha traído prosperidad económica entre los pobladores; no gran cosa, pero para al menos asegurar un otoño y un invierno con algunas certezas. El acopio y el aprovisionamiento de alimentos aumenta, y también lo hace la compra de madera para evitar el frío que tantos huesos ha calado por esta comunidad.
Hay descontrol en el uso de la madera por parte de los habitantes del lugar: preparan grandes piras en chimeneas y hogares, realizan fuegos en las parcelas de sus viviendas para asar carne y verdura, hogueras en zonas comunes donde se reúnen y disfrutan de este hipnótico calor… bueno, tanto como descontrol, no, digamos que algo más de alegría a la hora de arrojar los leños. Y esta falta de mesura en el uso de la madera, sí que ha provocado grandes sustos, con pavesas y ascuas que se escapan o no se apagan bien y que generan incendios difíciles de sofocar.
El consejo de la comunidad decide intervenir para atajar el problema, sube el precio de la madera para que se modere la compra de la misma y, de esa manera, forzar a que se use con más responsabilidad. La decisión se asume, a regañadientes se acepta y pocos la comparten. La mayoría cree que es una medida coercitiva, piensan que ya son mayorcitos y lo suficientemente responsables y concienciados con el cuidado de su lugar, como para haber tomado una decisión de forma más comunal y dialogada, sin necesidad de subidas de precio que afectarán a la economía de todos ellos. Hay debate:
-si se sube el precio, se compra menos, se usa mejor. Punto.
-si las cosas se explican y se hablan, se entienden. Queremos a nuestro entorno y asumiríamos cambio de actitudes para preservarlo, sin imposiciones. Y seguido.
Como narrador, no tengo muy claro si la medida sería efectiva, desconozco si disminuirían sensiblemente los incendios o no… tal vez sí, no lo sé, es probable.
Un lustro más tarde, en un inicio de otoño ni mucho menos tan boyante como el de 5 años antes, se registran una virulenta cadena de incendios. Éstos tienen como origen, no el uso descontrolado de la leña, sino la formación y el estallido de decenas de tormentas eléctricas por todos los bosques de la comunidad.
Se hace necesaria la toma de medidas, imponiéndose en el consejo la ortodoxia, o la falta de imaginación, o el desconocimiento… o incluso las ganas de joder al prójimo: se vuelve a subir el precio de la madera. El consejo es soberano, sus decisiones se deben respetar, pero la indignación y, sobre todo, la incomprensión es total.
-pero vamos a ver, ¿por qué se va a subir el precio de la leña?, si ahora no se trata de moderar su uso, ¡los incendios no han sido provocados por nuestros fuegos! Es una medida inútil, no van a disminuir los incendios y va a destrozar nuestra economía…
– pffff, así hemos obrado siempre y así seguiremos haciéndolo: si hay incendio -sea cual sea su origen- se sube el precio de la madera. Y punto.
Hablar sobre economía cuando no se tienen los conocimientos necesarios, parece un poco imprudente. Es muy tentadora la temeridad de escribir y opinar sobre ella, e igualmente razonable, porque pocas cosas como las políticas que se realizan en esta materia influyen tantísimo en las vidas de las gentes. Decisiones trascendentales, en la mayoría de los casos difíciles de entender y con escasísimo proceder democrático.
A mí me pasa, no tengo ni idea de economía, y por eso me he escondido en la analogía en forma de cuentecito panfletario que he utilizado en este artículo para hablar sobre la subida de los tipos de interés llevada a cabo por el BCE. Se me escapa algo, seguro, mi desconocimiento rasga y rompe la red de la comprensión, y se me fugan a chorros los datos que me tranquilizarían y me permitirían dejar de escupir y vociferar a la televisión cada vez que anuncian una nueva subida de tipos. Y lo peor de todo es que soy tan ingenuo y atrevido que voy y lo expongo aquí a la lectura de cualquiera de ustedes. Y para más inri -debido en parte a mi reconocido desconocimiento- soy capaz de hasta comprar la vieja ortodoxia capitalista expuesta en la primera parte del cuento: si la demanda sube, hay recalentamiento económico, por lo tanto encarecemos el dinero para bajar la demanda y así enfriamos la economía. Pues bueno, vale…
Pero, ¡me cago en todo lo cagable, ahora no es el caso! En el 2022 los precios están subiendo en Europa, no por una bonanza económica que provoque el consiguiente aumento de la demanda; los precios suben por una guerra en el continente entre dos naciones productoras y suministradores de una inmensa cantidad de energía, importada por gran parte del resto de los países europeos. Es decir, guerra, conflicto energético, escasez de materias primas, subida de precios. No vale para absolutamente nada subir el precio del dinero, porque el problema -insisto en mi terquedad- no es un aumento de la demanda, ¡¡ES UNA GUERRA!!, y por mucho que suban los tipos de interés, los trabajadores y ciudadanos de a pie no van a pedir menos créditos o a comprar menos de lo estrictamente necesario, porque ya lo estaban haciendo.
¿Qué procede pensar ahora, que son estúpidos los del Banco Central Europeo? Seguramente, no, algún otro gran motivo habrá. Una vuelta de tuerca más en el aumento, cada vez mayor e imparable, de la distancia entre los muy pocos ricos y los inmensos pobres. Tipejos de interés. Punto.
PD Escucho en un informativo-mientras estoy terminando de redactar el “cuento”- que el BCE aconseja a los bancos españoles trasladar a los clientes el impuesto especial a la banca propuesto por el gobierno español. Y que este impuesto (aquí empiezo a escupir), puede provocar que los bancos concedan menos créditos al consumo!!! ¿Pero no se subían los tipos de interés para que se reduzca la petición y concesión de créditos? ¿Por qué les preocupa ahora que, con el valiente impuesto español a la banca, disminuya la concesión de estos créditos? ¿En qué quedamos? Da para seguir escupiendo.