Dedicado a los que como yo no tuvimos acceso a la cultura y el conocimiento, los que nacimos en la década de los treinta del siglo pasado.
No tuvimos oportunidad de recibir instrucción pública a todos los niveles. A partir del año 1939 (nací en el 38) se cerró para las clases trabajadoras del campo y de los pueblos, para los más pobres y necesitados, el acceso a la instrucción primaria ni, lógicamente, a los estudios superiores, para los que hubiesen sido tachados de rojos y republicanos. Porque para ellos sólo existió el exilio, y si tenían oportunidad de escapar, las cárceles, los campos de concentración y las fosas comunes. Incluso acabada la guerra, provocada por el golpe de Estado, por parte del fascismo, a la II República Española democrática, las persecuciones no acabaron. Los cientos de miles de españoles que fuimos perseguidos y encarcelados por luchar contra la Dictadura y por la Democracia, lo sabemos bien. Yo mismo fui encarcelado en Febrero de 1960, con una condena de cuatro años, juzgado por Rebelión Militar, como todos los detenidos por ésta lucha, por distribuir propaganda que llamaba a una huelga política contra el sistema. Fui de aquellos chicos, me tuve que hacer autodidacta.
En mi juventud y adolescencia había oído hablar, en alguna ocasión, a los mayores, del Concordato con la Iglesia. Mi inquietud por saber y conocer de la historia reciente de mi país, y por mi falta de formación en ese campo, como en otros muchos, me está llevando a leer y estudiar hechos y acontecimientos cercanos en el tiempo y que siguen condicionando muchísimos aspectos de la vida democrática en nuestro país y , por ende, de nuestra sociedad.
En este caso me voy a referir al Concordato firmado entre la España democrática, aconfesional, y el Estado Vaticano. Veamos primero los antecedentes: Uno de los primeros Concordatos firmados entre España y la Santa Sede data del año 1851 firmado por el entonces presidente del Consejo de Ministros, el español Juan Bravo Murillo (conocida calle), de acuerdo con la Reina Isabel II. La vigencia del mismo fue interrumpido durante el Sexenio Democrático (Liberal) y la II República española.
En 1854 se restituía a la Iglesia Católica en los bienes desamortizados y no vendidos (ver historia desamortización), se aprobó y firmó con el Papa Pío IX, un Concordato por el Estado español que reconocía a la Iglesia Católica como la única de la nación española, así como sus derechos a tener bienes.
También se reconoció a la Iglesia Católica a fiscalizar la Enseñanza, no sólo de los Colegios religiosos, sino también de las Escuelas Públicas. Así quedó reflejado en la Ley Moyano de 1857 (Posee una estatua en Atocha, la cuesta que lleva su nombre) no se llegó a aceptar la pretensión de la Iglesia de que ésta controlara también el nombramiento de Maestros y Profesores, y aprobara los libros de texto, tanto en centros públicos como privados.
La Iglesia conservó también la Jurisdicción propia de sus miembros (sólo ellos entendían de hacer justicia con ellos mismos) así como la capacidad de censura. Con la firma del Concordato de 1851 la Iglesia recuperó gran parte del poder social e ideológico perdido en la Revolución Liberal (1833-1843). Ocho años después de su firma había en España 41 Conventos de religiosos (con 179 frailes profesos) y 886 conventos de religiosas (con más de 12.990 monjas profesas).
Podemos observar cuáles han sido, y son, las pretensiones de la Iglesia Católica en la Historia de España, conquistar poderes de la acción de los Gobiernos para imponer su poder ideológico absoluto, renunciando, en lo económico, a los principios del Evangelio. Hoy por hoy, en cualquier ampliación urbanística, de cualquier ciudad, los Ayuntamientos tienen que hacer una cesión de suelo público, gratis, propiedad de todos los vecinos, para instalar sus Iglesias “sine die” aunque oficialmente las cesiones de uso estipulen casi cien años.
Además, hoy mismo, parte del dinero público recibido gratuitamente por la Iglesia , amén de su enriquecimiento ilícito por exenciones fiscales, sus múltiples negocios de todo tipo incluidas las inmatriculaciones, facilitadas en su día por Jose María Aznar, lo emplea en el adoctrinamiento de sus fieles y seguidores políticos, para enfrentar, a través de ellos, contra Leyes del Estado democrático español que no casan con sus principios religiosos.
Sigamos: En 1951, Franco solicita al Papa Pío XII un nuevo Concordato en los siguientes términos; (literal)
“ Beatísimo padre: Extendida ahora la paternal bondad de S.S. el año Santo a todo el mundo, España entera y su autoridad se refuerzan en que las celebraciones jubilares tengan aquí su máxima solemnidad. Creo que no cabría forma mejor para marcar esta fecha de 1951, en que se cumple el centenario del Concordato firmado en 1851, que concertado con la Santa Sede Apostólica uno nuevo donde se resuman los convenios parciales celebrados desde 1941, que, completados adecuadamente, constituyan una norma estable para las amistosas relaciones entre la Iglesia y el Estado Español. Derogada espontáneamente por mi Gobierno, desde el instante que se me constituyó, toda la Legislación sectaria y antirreligiosa de Gobiernos que nunca representaron el sentir español abordados y resueltos en convenios posteriores aquellos puntos jurídicos más delicados. Ha llegado el momento de cumplir solemnemente, lo antes posible a la celebración de un Concordato según la tradición católica de la nación española y asegurarán una pacífica y fecunda colaboración entre la Iglesia y el Estado en España. Seguro de su comprensión y benevolencia postrado ante Su Santidad, besa humildemente vuestra sandalia el más sumiso de vuestros hijos” (El Franquismo. Segunda Parte, pág. 109-110. Stanley G. Paine. Alianza editorial) El Vaticano también firmó Concordatos con Hitler y Mussolini. Actitud histórico democrática, pacífica y cristiana de la Santa Sede firmados por el Papa Pío XII.
“El Concordato consta de 36 Art. Comienza declarando a la religión católica como la “ única de la Nación española, y gozaría de los derechos y prerrogativas que le corresponden en conformidad con la ley divina y el derecho canónico”. No por todos es sabido que fueron Estados Unidos y el Vaticano quienes consolidaron el régimen franquista.
“El Concordato con el Vaticano de 1953 se renovó en los “Acuerdos con la Santa Sede de 1979 y que son los legados más pesados de la Transición” El Ministro de Asuntos Exteriores, con el Gobierno de Adolfo Suárez, Marcelino Oreja Aguirre, marqués de Oreja y empresario español, miembro de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas y el Secretario de Estado del Vaticano, monseñor Jean Villot, firmaron, el día 3 de Enero de 1979, en Roma, los Acuerdos entre España y la Santa Sede, que reemplazaban al Concordato de 1953, establecido por el régimen de Franco.
La firma en esa fecha fue la escenificación pública de una negociación iniciada en 1976 y concretada, en secreto, mientras se discutía y aprobaba la Carta Magna (Constitución) pues resulta inverosímil que el plazo que va de la entrada en vigor de la Constitución, el 29 de Diciembre de 1978, y el día 3 de Enero de 1978, se firmaran los Acuerdos; Asuntos Jurídicos, Enseñanza y Asuntos Culturales, Asistencia Religiosa y Asuntos Económicos. La Derecha franquista católica se adelantó, en secreto, para dejar bien atados los privilegios ancestrales para el Vaticano.
La vigencia de la Constitución es efectiva el día 29 de Diciembre, y los Acuerdos se firman cinco días después, por tanto, la religión católica ya había dejado de ser la religión oficial del Estado español, de tal forma que dichos acuerdos no fueron llevados para su aprobación al Congreso de los Diputados, donde se supone que tendrían que haber sido discutidos y aprobados, si procedía.
Desde este Acuerdo el Estado ya no era confesional, pero no por ello menos efectivo sobre ciudadanos y Gobiernos, financiarse en buena parte con fondos públicos, obtener apoyo estatal para conservar el Patrimonio Histórico y Artístico, retener a los ciudadanos bautizados en un privado Censo administrativo, dada la dificultad de darse de baja (Apostatar), realizar actividades doctrinales, comerciales y sociales (Enseñanza en todos los Grados, beneficencia, edición, catequesis y radio difusión) prestar servicios por cuenta del Estado en; Cuarteles, Cárceles, Hospitales, y disfrutar de un régimen de exención de impuestos, propios de un paraíso fiscal. Resumiendo; todos los servicios religiosos con entidad pública son pagados a la Iglesia “religiosamente”.
Así quedó reemplazada la antigua Alianza del sable y el Altar por la más moderna Alianza del Mercado y el Altar. Y a ella seguimos amarrados.( José Manuel Roca. 2/5/2013. Nueva Tribuna)”
José Luis Rodríguez Zapatero y el Papa Benedicto XVI, reiteraron los mencionados “Acuerdos” de 1979, de lo que se conoce es que Rodríguez Zapatero incrementó, del 0,52% al 0,7%, la casilla destinada a la Iglesia en la declaración de la renta.(Redistribución de la Renta, que diría un socialdemócrata?).
Les pagamos, además, los espacios en la TV. Pública, hacen apostolado, sus misas en directo, procesiones y todo tipo de actos de carácter religioso importantes para ellos. (Lo de Valencia fue de traca, gobernando el PP, con la visita del Papa Benedicto).
Están en su derecho y libertad de poder hacer lo que consideren oportuno, claro que sí, estamos en Democracia, pero no cargando esos presupuestos al fondo común de todos los contribuyentes, los ciudadanos que son “devotos del fútbol” y “los toros” se lo pagan de su bolsillo, es hora ya de que las creencias, de cualquier tipo, se las pague cada creyente, en la fundada reflexión de que, éstas, son actos íntimos personales, y por ello, no pueden transcender los gastos que originen al resto de la comunidad del país.
Es necesario que dicho Concordato transformado en Acuerdos, fino cambio de estrategia clerical, sea rescindido y sacado del cuerpo social de éste país, que tanto tiene que reprochar a su ancestral historia de un apostolado del poder social, económico, doctrinal y beligerante. En resumen, la Iglesia Católica debe autofinanciarse y el Estado democrático tiene que poner al día, como a todo contribuyente, las cuentas públicas con la Iglesia, sin exenciones ni privilegios que pagamos todos, con ello terminaremos consolidando una Transición inacabada.
La Iglesia Católica debería retomar los principios que promovieron los religiosos Gustavo Gutiérrez y Leonardo Boff en su “ Teología de la Liberación” que defendían la puesta en práctica del mensaje de Pobreza, del Evangelio, pero alguno de ellos fue asesinado, por militares, en Centro América y al resto, alguien, los mandó “acallar”.
A.R.