Desde la 1ª Revolución Industrial, 2ª mitad del siglo XVIII, hasta la actual Revolución (llamada Industria 4.0 ) del siglo XXI, la explotación e injusticia social con las clases trabajadoras es una constante del Capitalismo en la vida de los asalariados, los vulnerables y los marginados.
El avance y desarrollo de la Ciencia y la Tecnología aplicadas a la producción, haciéndola ésta mas productiva, con menor esfuerzo humano y muchísimo mas generadora de riqueza por un lado, y de otro, creando una bolsa de desempleados cada día mayor y con una dinámica imparable, lo vemos con los millones de parados, que ya han pasado a ser estructurales, incluidas las fuerzas productivas mas vigorosas, el 45% de los jóvenes está buscando su primer empleo, y esta situación no cambiará dado que las nuevas tecnologías no se aplican para que todos trabajen y al mismo tiempo trabajar menos horas, dado que sobran procedimientos para producir todo lo necesario para todos.
El Capitalismo lleva en su genética la destrucción global del Planeta, con sus crisis “sistémicas”, su modelo financiero, su catálogo en el modelo económico de desarrollo, el energético, de alimentos, sobre el medio ambiente. El Sistema ha fracasado como impulsor de la igualdad, la democracia, el respeto efectivo de los Derechos Humanos, como promotor de la Paz, por el contrario es generador de guerras y conflictos en el mundo.
Un fracaso que desde el inicio del Sistema Capitalista afecta a los mas vulnerables de la sociedad con el aumento del paro, precariedad laboral, restricciones en la protección social, la imposibilidad de una vivienda digna accesible, una sanidad y educación públicas de alta calidad, etc.
Es, en resumen, un sistema depredador, injusto e insolidario, especulador y corrupto, esquilmador de los recursos naturales, con grandes bolsas de pobreza, hambrunas y condiciones de vida inhumanas, es en definitiva, un OKUPA del PLANETA. Lo estamos denunciando siempre desde la izquierda, con un reparto solidario de la riqueza existente a nivel mundial daría para solucionar todos estos problemas.
Desde otro ángulo, a los 43 años de esta Constitución monárquica del 78, es cada día mas evidente que las limitaciones y los incumplimientos de su contenido en su aplicación normativa están impidiendo consolidar un ordenamiento plenamente democrático, que de una respuesta inequívocamente satisfactoria a las necesidades y derechos de la ciudadanía en lo político, social, económico y cultural.
Al pueblo español se nos está ninguneando, además de lo anterior, en lo informativo. Se acaba de rememorar el 40 aniversario del intento de golpe de Estado por los fascistas (otra vez los mismos) y el heredero de la Jefatura del Estado, Felipe VI, ha elogiado a su padre por lo del 23-F, en plena crisis de la Corona por los escándalos de Juan Carlos I. A los dos o tres días nos desayunamos con la noticia de que su SOBERANO padre ha hecho una declaración de Hacienda sobre una deuda de 8 millones de €, pagando 4 millones de € de sus tejemanejes fraudulentos contra su país, para vergüenza del mundo.
El pueblo soberano, de donde emanan los poderes del Estado, deberíamos conocer desde hace muchos años qué se guarda en los documentos y cintas secretos que custodia el Tribunal Supremo, como Secreto Oficial.
Para poder hacer una elegía de Juan Carlos I, hay que leer dos textos del que fuera Coronel Martínez Inglés “ El golpe que no existió “ ( Foca 2001) y “ Juan Carlos I el último Borbón “ (Styria 2008) para poder situarse en los acontecimientos con otra perspectiva.
El Artículo 1. 2 de la Constitución está quedando, como RETÓRICO, precioso, pero increíble. Al pueblo español hay que consultarle, más pronto que tarde, qué prefiere, si monarquía o república.
Alfonso Romero