El no proteger a la verdad con solo razón (o por lo menos escuchando a los que la conllevan) es lo mismo que el justificarlo todo, en neto mal. Nadie puede (ni tú ni decentemente nadie) desproteger a la verdad, ¡nunca!, ya que eso sería el aprobar ya todos los errores y todas las maldades-injusticias por la cara (sí, sería eso una apología del mal y un aliento a su realización). Y una persona buena en coherencia no puede consentirlo, ni callarlo ni no luchar contra tal perverso error.
En concreto, solo cuando se conoce algo o se atiende con la racionalidad (sin más añadiduras), pues ya se sabe de la realidad y de sus verdades. Antes no; y se sabe sin que debas de tener vergüenza o miedo por ello. Éstas son algunas de ésas verdades trabajadas y desligadas de cualquier otra cosa que no sea dedicación ética y esfuerzo racional:
1/ No existe bien sin una desobediencia directa al mal. No existe bien sin una acusación directa al mal. No existe bien sin una descalificación directa al mal. No existe bien sin una renuncia a todos los premios, comodidades o «no problemas» que da un seguimiento o una sobreprotección no basada en lo inengañable éticamente o en razón.
2/ Imponer un error es que por ti (por tu consentimiento, por tu implicación, por tu omisión o silencio, por tu desalmado-intolerante-monstruoso no ayudar al que da razón a esfuerzos de solo razón y a dificilísima aclaración, dificilísima intelectivamente) se instala una sinrazón en la sociedad (que eso es solo lo que garantiza un desarrollo ya de males-errores a partir de ahí). En tanto que la sinrazón es lo único que impone; sí, le impone a la luz-bien-razón su sinrazón, su no demostración o su «porque sí» o su déspota «porque yo lo digo«. Sinrazones, desapercibidas hay millones (prejuicios, frases hechas, costumbres, bla-blas, irrealidades impuestas, ingenuidades o imprecisiones tuyas siempre sin saberlo, etc).
3/ En la Naturaleza o en toda luz o en todo respeto real o no mentiroso o de alma, nunca el bien es rechazado, eso es, por un equilibrio; pero, en los humanos, siempre el bien es rechazado y silenciado y robado y burlado en todos sus espacios y, sin piedad, torturado. Porque ya el ser humano es preso (inevitablemente en tanto que su voluntad no la tenga clara o no la tenga de fácil engaño) de incontables redes de las sinrazones o del mal.
4/ Todo en el bien es… proteger a la verdad; pero a la verdad no dicha o inventada por ti, sino únicamente ésa que se descubre, se aclara o se muestra-demuestra con el instrumento único de solo razón (sin que ahí intervengan otros recursos o instrumentos personales o sociales) y siempre sin un poder, ya sea el que sea (advirtiéndose que «poder» es la humana capacidad individual o colectiva de imponerse realmente una sinrazón en la sociedad).
5/ Las “formas” (ésas de las cuales muchos hablan a cacao mental), a infinita objetividad o a no engaño total, siempre quedan irrebatiblemente determinadas por lo preestablecido o por lo convencional. Sí, por lo tanto nunca son bien en claro ni garantizan el bien o ni siquiera a ellas les importa el bien ya al formarse de sinrazones, de arbitrios de poder y de intereses creados.
6/ El ser humano ético obligatoriamente (en imperativo ético) siempre debe respetar a la cosa X (que puede ser: pueblo, ley, patria, costumbre, democracia, etc) siempre y cuando no contravenga a la razón; porque, si la contraviene, deberá oponerse (a contracomplicidad y a contrapasividad) con repulsas o con todos los recursos que le avale la misma razón, pero sin restringirle nunca verdad a la verdad. ¡Exacto!
7/ Siempre el mal se ha instalado o ha triunfado en la sociedad a través del engaño (del hacer pasar la mentira-error por verdad). Pero, en el fondo, ¿cuál es lo que garantiza la existencia del engaño? Pues, en una definición exacta o inengañable, únicamente un esquivar al que demuestra razón. Así es, en época de Galileo, el engaño solo fue real esquivando a Galileo; en época de Jesucristo, el engaño solo fue real esquivando a Jesucristo; y, en otra época, otro y otro continuo esquivar a aquél que daba, a razón, las cosas como limpias, inintoxicables de error, como solo consecuentes con la realidad.
8/ Racionalmente no es posible decir «mi Tierra«, porque realmente la «Tierra» no es tuya; aunque engañosa o desequilibradamente sí puedes decirlo; así es. Asimismo, racionalmente no es posible decir «mi ética«, porque real o equilibradamente la ética no es tuya, y ni siquiera puedes decir jamás que tienes «una para ti» al haber solo una para todos (claro, la ética es solo una y no dos o tres o más). En esa base, menos todavía puedes tú decir «mi verdad«; puesto que, sensatamente a pensamiento cuerdo o «natural«, no se ha dado en el mundo una verdad personalizada para cada uno o para que cada uno (con capricho) ya la patee o la negocie, sino exactamente hay solo una. O sea, que existe una única verdad para ti y para todos.
Todo lo que digan los seres humanos al margen de la razón (sea lo que sea y cuente con las aprobaciones sociales que cuente) no puede ser razón de ninguna manera; o sea, en lógica es únicamente sinrazón o mentira.
9/ Por lo que valoras se sabe exacta o milimétricamente lo que eres o significas en una defensa del bien. Si tú no valoras a la naturaleza, objetivamente la desamparas por tu parte, la perjudicas-matas. También, si no valoras a quien demuestra razón (que es objetivamente la base de todo el bien que existe), pues eres… «un demonio«.
Lo único válido para la verdad es la capacidad de demostrar razón, de mí, de tí o de quien sea, ¡y nada más!, ¡infinitamente nada más! O sea, todo lo demás son rollos miserables de sin razón aunque se buenicen o, con cualquier poder, ya se les dé recursos de triunfo (lo que así sería un triunfo del error o del mal). También, todas las verdades o razones o bienes al momento sirven a una sociedad en cuanto se descubren o se hacen ver o se aclaran racionalmente, solo así. Por eso, el esfuerzo único o la esencia primera (siendo lo ineludible para ser reconocido por la conciencia humana) está o se engendra únicamente (y nada más que «únicamente«) en el que las descubre (a tales razones).
10/ El pensar no garantiza la razón, porque puede estar adoctrinado, interesado y ser, así, negacionista de la misma razón. El sentir por igual no garantiza nada, así es, nada en bien o en equilibrio o en ética o en beneficio social-existencial, pues puede ser un sentir para la negación ya de la misma realidad, sí, un sentir antinatural o antisensible de lo que existe o, más claro, que excluye a la realidad (y ya, al no sentirla, la maltrata o por seguro extermina cualquier responsabilidad con ella).
11/ En verdad, los malos se aprovechan (sin ética) de los beneficios sociales que han creado únicamente los que han hecho un bien o una aclaración racional-orientativa-esencial del bien. Más claro, objetivamente solo unos han sembrado el trigo y lo han producido; pero luego llegan «ésos pillos» que quieren cogerlo recurriendo a infinitas excusas con intencionado buenismo. Sí, en pura realidad, unos han producido el trigo o la comida (ésa es la base infinitamente objetiva); pero, otros, van a cogerlo a mano rápida, justificándose en que ellos hacen servicios sociales (no hay mayor subjetividad en el mundo que el decir que tú haces un servicio social, ya que huele siempre a necesidad o a interés creado) o en que hacen «todo menos el haber sembrado o producido al trigo» (simbolizando esto a un demostrar razón).
12/ Toda ideología tiene objetivamente una parte de adoctrinamiento; o sea, siempre ésa que no permite el acceso a la razón o que nunca quiere escuchar a quien le demuestra y le muestra la verdad muy claramente, sin engaños o solo a razón. Para amar la vida, tienes que amar su luz (su «no conducirla a un error«). Para hablar a los demás de bien (en un «no confundir» o en un «no causar que los demás se equivoquen«), primero tienes que no ponerles zancadillas a los recursos del mismo bien (razón-luz-ética).
13/ Por ética, nunca aceptes un «quedar bien» por un no cumplir la ética en su plenitud (aquí se incluye necesariamente un constante declarar tuyo porque no existan tapaderas para la verdad ni complicidades con alguna sinrazón). Nunca aceptes un «seguir a algo» a cambio de no seguir plenamente a quien demuestra luz-razón. Nunca aceptes algo de la verdad por la verdad (que es complicidad). Tú no puedes ir de bueno cuando ya el mal se ha beneficiado de ti, pues evidentemente muchas responsabilidades no has cumplido y, además, tu prudencia para no ser cómplice de alguna sinrazón, ha actuado en mal.
14/ Tener poder es que tú, por levantar un dedo, se mueven muchas cosas porque tú ya estás ligado a grupos, a alineaciones, a valoraciones dominantes (que irremediablemente imponen una protección social o dirigismo), a injusticias rentables, a fanatismos, a líneas de inevitable «toma y daca«, a seguimientos establecidos por alguna sinrazón, etc. que siempre consecuentemente te favorecerán; sí, mientras que, el que está solo ligado a la razón, estará en sufrimiento o desprotegido.
15/ No puedes hacer peor mal que buenizar al mismo error, que buenizar a la misma sinrazón, que buenizar a ése desproteger al que demuestra razón-luz. Sí, en realidad, porque no se desarrolle una manipulación, no puedes buenizar absolutamente nada que no lo avale el equilibrio de la razón. En la vida hay muchas maneras de AMAR al bien o a Dios:
–como quiere la moda,
–como quiere el fiscal general o cualquier intelectual amajaretado,
–como quiere la televisión,
–como quiere la ocurrencia del que no demuestra a razón irrebatible, sino influye con su bla-bla sin razón,
–como quiere lo que no engaña (o el que demuestra razón irrefutable con un uso de solo razón).
16/ El bien socialmente no tiene sentido si no detiene lo antes posible a las mentiras en la sociedad (en vez de consentirlas o beneficiarse por llevarse bien con ellas o con esos poderes que las portan). Así es, si a ti te hace triunfar el ningunear al que demuestra la objetividad, siempre el bien te ha de detener por seguro eso.
17/ Los resultados van a misa y son lo único válido para la verdad, ningún bla-bla es válido ante ellos. Así es; por ejemplo, si en un sitio unos dicen que ayudan a lo ético pero, en frente, los resultados ya dicen que nunca ayudan al que demuestra u objetiviza razón (que es la base esencial de la ética), pues ELLOS indudable u obviamente con su decir mienten (por lo que es éste un decir destructivo, de vanidad o de mentiras).
18/ El saber valorar al bien (o a la razón: lo único que no engaña) es únicamente el mismísimo bien, otra cosa no, ¡nunca! O sea, el que alguien no haga nada por valorar al que demuestra razón (que es siempre lo esencial para el bien), en evidencia, ya esto es algo que demuestra irrefutablemente que se corrompe ante el bien.
19/ La mentira ya es un mal en alguien pero, el lenguaje manipulador, conduce sí o sí a la mentira en todos. Nunca se puede decir «tú te amparas en el silencio«, «tú te amparas en el buen tiempo«, «tú te amparas en el anonimato» (o en la soltería, etc) porque eso es irracional y manipulante. En cambio, tú sí puedes decir (ya con sentido racional) que te amparas o te arropas en una cosa-ente independiente o ajena a tu propia naturaleza. Por ejemplo: «tú te amparas en EE.UU, en las leyes, en un medio económico, en la policía, en el ejército, en un hábito de una valoración dominante, en una costumbre cualquiera, en una alineación, en una moda, etc». Aquí ya algo existencialmente volitivo, con intención, te ampara.
20/ En sociedad, todo se transmite como orientación y conocimiento no engañable (si es bien). O sea, «lo que es bien» se ha de transmitir bien, siempre con objetividad o con un no-engaño; pero con razón únicamente y, en coherencia o en responsabilidad, ayudando (todos los segundos del día) al que irrefutablemente demuestra, objetiviza o aclara la razón. Sí, otra cosa es darle vueltas a la mentira, o un buscarle disfraces («aparentemente ofreciendo verdad«) a la mentira. En objetividad, a lo que está en confusiones o en sinrazones, únicamente se puede recuperar o únicamente se puede ayudar con la razón (a través de la razón), no con otra cosa por muy bonita o perfecta que parezca.
21/ El bien nunca se crea solo, ni se crea del aire ni de la Luna ni de dibujitos ni de adornos, sino se exige y te lo exiges también a ti mismo. Considera que la Biblia es un tratado de exigencias de bien como, también, el Corán es un tratado de exigencias de bien. Pero, ante todo, para exigírtelo, tienes que no engañarte sobre de qué se trata todo, de no engañarte sobre qué es el bien ni nunca poner al bien a los pies de los caballos de cualquier sinrazón-manipulación frecuente.
El mal es lo que desprotege-quita las posibilidades del bien o de la verdad (que ya, por sí misma, garantiza lo ético en la sociedad). O sea, bienvalorar al que demuestra la verdad a solo razón (porque no cae del cielo ni se descubre-demuestra sola o ni siquiera viene del limbo). Por ejemplo: La verdad de que la Tierra no es plana no cayó del tejado ni vino del bla-bla de cualquier sinrazón (siendo sinrazón: lo que nunca lo avala la razón). La mentira la forman miles de miles de caminos que el ser humano tiene muy fácil para andar, ¡muy fácil!, pero que nunca es uno de ellos el de la verdad, éste tan exigente en su sentido de razón, de no burla irresponsable y de realidad.
José Repiso Moyano