Vuelvo a utilizar el transporte público en mi exclusiva zona 2×2, cuando a medio trayecto observo el paso decidido de Gustav, surfeando por entre los vagones, arropaíto con una flamante mascarilla azul océano, que se bambolea al mismo ritmo que las olas que producen los vagones. “Un placer volver a verte, todo bien, putada del ERTE que te hizo Metro de Madrid sin ninguna compensación” le digo. Entre media sonrisa vuelve a efectuar los mismos gestos que antaño, el extender la mano produciendo un sonido que parece decir “es para comer”, cuando en realidad es “ya estamos otra vez aquí currándomelo un poco a ver si saco para vivir” en su versión extendida. Sonido, por cierto, con melodía popera, ya que el rock y el rap siempre tuvieron connotaciones reivindicativas y aquí de lo que se trata es de establecer una relación de sumisión, un “tú sí que puedes”, para hacernos creer que los derechos son privilegios, y que no nos los hemos ganado a través de lucha y levantares a las 5 de la mañana. Le miro, y sin bajar la vista le hablo con los ojos diciéndole que ya van para 4 años en esta misma línea, que ya le ayudé los tres primeros meses y ahora, cada vez con presupuesto más menguado, ofrezco ayuda de otro tipo; que hemos perdido cuatro años de posibilidades, cuatro años de dignidades perdidas, cuatro años de rebeldía, cuatro que podrían ser toda una vida, cuatro que podrían convertirse en rutina, cuatro años de sueños perdidos, cuatro que son el resultado de 2×2, mi zona de confort, donde se refugia mi caridad, cuyo significado acertado leí en unos comentarios de redes, amor entre iguales.
Vuelvo a utilizar el transporte público. Hoy no me siento bien, no hay contactos, mi zona 2×2 es mía y me permite observar desde la lejanía pero no hablar, no conversar, no compartir la pantalla de mi Smartphone con el vecino, no participar de la suya. Toda relación se hace difícil, vuelve a vislumbrase la figura de Gustav en la lejanía, apático, esperando que una ola le traslade vagón adelante, nuestro vagón de las seis y treinta y cinco, el vagón de Rosa, Emilio y Andrés los desconocidos que compartíamos nuestro Smartphone todos los días desde hace cuatro años, donde observé los primeros pasos del hijo de Emilio, la separación de Rosa y el ascenso de Andrés. Cuatro años de sueños, cuatro años de penares, cuatro años de tristezas y alegrías, cuatro años vistos desde el presente que nos hacen más humanos, cuatro años. Se nos acerca Gustav, se nos acerca su melodía popera, carente de reivindicaciones, carente de protesta, carente de penas y tristezas, carente de sentimientos, pero hoy nos buscamos los ojos Rosa, Emilio y Andrés, nos miramos por encima de nuestros burkas faciales desde nuestras zonas 2×2 y asentimos. Estos cuatro años no existieron, fueron igual de virtuales que las redes de nuestros Smartphone. Volvemos a aquella crisis que creíamos superada, echamos mano a las pocas monedillas que tenemos y las vaciamos en el vaso de yogurt natural sin azúcar, sin sabores, sin olores. Nuestra caridad aflora, fruto de nuestra educación condicionada y perversa, esa educación que nos hace malos si provocamos reacciones, esa educación que nos hace radikales si anteponemos el mañana al hoy. Vuelvo a estar solo, en mi zona 2×2, donde se refugia mi caridad, vuelvo a estar solo en mi zona de onanismo mental, de desamor entre iguales.
Sigo en el transporte público, la soledad alarga las horas, no llegaré. Se hace largo el trayecto, mis manos ya no juguetean con el níquel de mis monedas, los ojos se nos desvanecieron tras el vaho de nuestras gafas, no veo los ojos de Rosa, Emilio y Andrés; no hay contactos ni relaciones en mi zona 2×2, es mía. Mi capital y mi propiedad, mi zona 2×2 que me hace indiferente, propio y sin relaciones, que observa desde la indiferencia de mi promontorio una vez ejercida la caridad, absuelto 24horas del sentimiento de culpa hasta un mañana a las seis y treinta y cinco donde volveré a encontrarme con Gustav, un Jesucristo particular que actúa de salvador cargando nuestra penitencia sobre sus hombros a cambio de pocas monedas, un mercantilista del sentimiento, un profesional del amor entre iguales.
Hoy dejé mi zona 2×2 del transporte público a medio camino, hoy llegaré tarde pero pasearé, me liberaré intermitentemente del burka, hoy respiraré aliviado la polución que es cada vez más densa, hoy observaré la flora que ha recuperado terreno y surge despiadada por entre los surcos del pavimento, hoy transporto mi zona 2×2.
Hoy en mi zona 2×2 recuerdo el lugar donde encontré la palabra caridad, su significado, y recuerdo encontrar otra, fraternidad, igualdad entre hermanos, extremadamente bien definida por Raquel, transeúnte del pensar, hermana de pensamiento y crítica autodidacta, en fin una posible “radikal” del buenismo y la quiero hacer mía. Quiero aventurarme en lo desconocido, quiero provocar reacciones, quiero que la gente me mire mal y me recuerde, quiero que dentro de cuatro años nos miremos a los ojos, por encima de nuestros burkas y nos veamos iguales, nos veamos hermanos, quiero que la dignidad no se haya diluido en discursos vacíos. Quiero y quiero tantas cosas que me es difícil respirar a través de los burkas, quiero y quiero tantas cosas que me es difícil gritar a través de los burkas, quiero y quiero tantas cosas que me es imposible no pensar.
Hoy llegaré tarde y no me importa, tengo ideas para ti. Hoy llegaré tarde pero tengo futuro para ti, hoy llegaré tarde pero quiero que no pienses en cómo llegar a mañana sino como llegar a final de mes, hoy llegaré tarde pero quiero que seas semejante a mí.
Hoy, en mi zona 2×2, quiero que las ayudas a estas crisis pasen por disponer futuro, pasen por creación de empleo. Hoy en mi zona 2×2 pienso que eso es posible, hoy en mi zona 2×2 pienso que es posible conjugar ecologismo y recuperación, fomentar empresas de servicios municipales de gestión pública y acceder a fondos europeos y estatales, que es posible la inserción laboral mediante contratos directos y rotatorios según demanda a personas en riesgo de exclusión como Gustav, para que nadie se quede atrás. Hoy, en mi zona 2×2 pienso que es posible invertir en dignidad, hacerles ver que son necesarios, que es posible contar con ellos, que no se les da limosna si no eso, dignidad, esa palabra que les hace saber que lo que reciben no es desde un promontorio, ni una posición dominante, sino desde una posición de igualdad. Esa dignidad que hace que te pueden negar la mayor sin vergüenza alguna, esa dignidad que hace que su comportamiento sea más amable con otros, esa dignidad que hace que la violencia social desaparezca, esa dignidad que no fomenta odios sino espacios de solidaridad, de fraternidad, no de caridad.
Hoy, en mi zona 2×2, animo a la ciudadanía a proponer ideas, sueños y pensamientos transformadores porque sé que en el fondo todos somos radikales y fraternos.
Bajando al barro, desde mi zona 2×2, pido limpieza de márgenes del Jarama y su estudio de financiación por fondos FEDER. No te quedes atrás, piensa y comparte.
Alberola