Esta democracia no nos vale

Un poco hartos sí que estamos, hartos de que a este régimen en el que estamos instalados le llamen democracia y solo lo sea en apariencia, porque nuestra opinión parece que solo les importa cuando se convocan elecciones para repartir escaños. Básicamente es lo que he observado durante 40 años que llevamos de democracia en España, teniendo finalmente la sensación de que nos han estado tomado el pelo.

No lo digo desde una posición contraria a los modelos democráticos, pues estoy convencido que la democracia es el mejor sistema de relaciones políticas para que las sociedades humanas se entiendan, y también constituye hoy por hoy, la forma más inteligente de gobernarnos en paz y armonía con el planeta. Así lo creo.

Pero el sistema democrático imperante en nuestro país, no es un modelo de democracia plena, ya que no pone en primer lugar el respeto a las personas. Respeto para cada una y uno de los individuos que componemos la ciudadanía, por sus opiniones, que deberían contar cuando se tomen medidas que afecten a sus intereses. Los gobernantes dicen que gestionan en nuestro nombre y con vocación de servicio público, y por ello, si no quieren caer en una flagrante contradicción, deberían preguntar con más frecuencia a la ciudadanía, y consultarles sobre el rumbo que beben tomar las políticas que ejercen sus gobiernos, que no lo hacen.

Sin embargo nada más lejos de la realidad, no gobiernan en sintonía con los derechos y necesidades del pueblo, dando la impresión así, que solo nos tienen en cuenta cuando votamos y elegimos representantes que nos gobiernen. Poco tiempo después de producirse la conformación de los gobiernos, suelen comenzar los primeros incumplimientos de sus programas electorales, dando paso en muchos casos, a la instauración de modelos corruptos que favorecen la extorsión de las administraciones públicas y facilitan el robo de las arcas públicas.

Estos comportamientos, no creo que se correspondan con formas democráticas de gobernar, aunque se pueda pensar que mis observaciones son exageradas, puede comprobarse fácilmente, echándole un vistazo de forma objetiva a lo que verdaderamente sucede. Podrá comprobarse así, que son reiterados los incumplimientos de las promesas electorales, sobre todo si estas benefician a las clases populares, con lo que se evidencia claramente, que nuestro sistema es de muy baja intensidad democrática, y fácilmente vulnerable al antojo de poderes ocultos que perjudican nuestros intereses.

Por este motivo, los derechos y reivindicaciones de la ciudadanía trabajadora no están siendo defendidos por el estado, porque de no ser así, ¿por qué le van tan mal las cosas a miles de españolas y españoles?  El empleo, los salarios, la vivienda, pensiones, sanidad y educación, son aspectos importantes en la vida de la gente, que verdaderamente no están yendo bien. Sin embargo podrían mejorar, mediante la adopción de formas de democracia participativa, que impedirían la deriva autocrática que está adoptando actualmente la sociedad española.

No me extenderé exponiendo asuntos que no van bien, ya los conocéis de sobra, y sabéis que afectan a los derechos, libertades, y a las atenciones que deben tener todas las personas, según establece la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Pero si quiero referirme por el contrario, a lo que considero es el motivo principal por el que como decía más arriba nos toman el pelo, nos roban de forma sistemática, y si protestamos por ello nos reprimen con severidad.

La extorsión al pueblo actualmente, está siendo posible gracias a que los poderosos, sus fuerzas financieras, mediáticas, así como las organizaciones fácticas o las cloacas del estado, encuentran facilidades para manipular los poderes públicos, e influir en ellos a su libre albedrío, ya que no encuentran un contrapoder ciudadano que ejerza un control efectivo sobre la gestión que realizan los gobiernos que elegimos.

Esta situación que políticamente se caracteriza, por el escaso control que la ciudadanía ejerce sobre la gestión que realizan los gobiernos de los intereses públicos, hunde sus raíces en el poco respeto que se tiene por la democracia y el deficiente uso que se hace de ella.

Este comportamiento se produce en todos los ámbitos de la vida social, encontrando casos en las familias, en las relaciones municipales, en el plano laboral, en las escuelas, o en los partidos políticos. En general, hoy por hoy las formas antidemocráticas se expresan en todos los espacios en los que hay actividad humana. En todos ellos es frecuente encontrarse con faltas de respeto a las personas, consistentes las mismas en no tener en cuenta sus opiniones, así como el derecho que asiste a todo individuo a decidir en su propio nombre, o a construir su vida en libertad y justicia. 

Esta situación, caracterizada como decía por un escaso desarrollo de las formas democráticas en nuestro país, habrá que ir revertiéndola, aunque sea poco a poco, para que el respeto a los derechos humanos se convierta en el verdadero garante de la convivencia, y permita que las sociedades humanas puedan vivir en paz y en armonía con el planeta y sus especies. Para ello, con toda seguridad será necesario favorecer el diálogo, en todos los espacios en los que las personas se relacionen, para permitir que la negociación y el acuerdo fructifiquen dando paso a las formas inteligentes de entendernos.

Estos comportamientos constituyen las maneras más sensatas para mantener una convivencia de calidad, ya que facilitarán que las sociedades progresen y con ello las personan serán más justas y libres. Para alcanzar este horizonte que muchos deseamos, basado en el cumplimiento de los Derechos Humanos, será necesario impulsar la participación de la ciudadanía, a fin de poner en manos del pueblo su propio destino. El actor principal de la transformación, sin lugar a dudas, tiene que ser el pueblo, porque de no ser así, los cambios que se produzcan no favorecerán sus derechos ni mejorará su calidad de vida.

Los servicios públicos y atenciones que los estados deben ofrecer a sus sociedades, tienen que ser conquistados y protegidos por las ciudadanas y ciudadanos de los estados, comunidades o municipios, requiriendo para ello disponer de instrumentos de intervención popular, en la que todos y todas podamos estar directamente representados. Las Asambleas como estructuras sociales de participación pública, pueden ser espacios idóneos para el ejercicio de una democracia verdadera, en las que todas las personas, pueden expresar si lo desean sus opiniones de forma directa, y ser tenidas en consideración para tomar decisiones, al igual que nos tienen en cuenta para pagar impuestos.  

Las Asambleas son también instrumentos vivos, que se alimentan del conocimiento y la información, y proporcionan los medios para que se puedan contrastar las diferentes opiniones, y generan los debates que contribuyen a comprender y con ello a entendernos, para favorecer que la toma de decisiones colectivas que afecten a los intereses públicos, puedan ser más racionales y conscientes.

Disculpad por la falta de claridad en la exposición de los argumentos con los que pretendo defender la democracia participativa, pero visto lo visto, sobre el modelo de democracia representativa que tenemos, en relación al respeto que le tiene al pueblo y sus condiciones de vida, pienso que hay que denunciarlo como buenamente se pueda, pero hay que decirlo, ¡es necesario cambiar el modelo de democracia!

Alfonso.  

1 comentario en “Esta democracia no nos vale”

  1. Celestino Sánchez

    Analizamos desde un punto de vista nacional o estatal, lo que hoy día casi es una gilipollez. Y los análisis globales están cada vez más alejados, por desgracia. Así nos va. Las democracias en el mundo se parecen cada vez más unas a las otras. Y están en retroceso. España avanzó bastante hace cuarenta años porque venía de la miseria franquista (esa rémora sigue con gran peso aunque, miremos, sin que sirva de justificación, los fascimos europeos), pero ahora no andamos lejos de ellas, para lo menos malo y lo malo , porque de bueno poco, sobre todo mientras lo busquemos solo en nuestros países más riquillos. Pero es la gente la que vota y lo hace como lo hace. Y eso, véase Grecia, a veces tiene que ver con que la gente opta por el original (defensores sin más del sistema) frente a las copias (defensores vergonzantes del sistema). Aunque cabe decir que, cuando otro modelo no es posible en grandes ámbitos geográficos mayores de la nación, el asunto es muy jodido. Esto no quita la obligación total de luchar por las mejoras en cualquier ámbito. .

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