Estamos en 2025 y hoy es 1 de mayo, Día Internacional de las Trabajadoras y Trabajadores, una jornada reivindicativa por los derechos laborales y sociales de la clase obrera mundial. Una fecha elegida por la Segunda Internacional Socialista, en su encuentro en el Paris de 1889, para conmemorar a los Mártires de Chicago, ocho sindicalistas adscritos al anarquismo, ahorcados en un cuestionado proceso judicial, tras las movilizaciones y huelgas por la jornada laboral de ocho horas en mayo de 1886 en Estados Unidos.
Aquí arranca y aquí estamos.
Los trabajadores industriales de finales del siglo XIX, tras la revolución industrial y con jornadas de más de 12 horas diarias, no estaban incluidos en la Ley Ingersoll firmada por el presidente Andrew Johnson en 1868, y que establecía una jornada de ocho horas para todos aquellos empleados de oficinas federales y trabajadores de obras públicas.
En este contexto, el lema «Ocho horas para trabajar, ocho horas para dormir y ocho horas para la casa», se convierte en la reivindicación de los trabajadores de las fábricas de Chicago el 1 de mayo de 1886, día en el que arrancó una huelga y movilizaciones que se extendieron durante 4 días, y que concluyeron con la masacre de Haymarket, cuando en mitad de una de concentración autorizada un artefacto explosivo fue lanzado contra la policía. El saldo fue de 38 obreros y 5 policías muertos, y 115 trabajadores y 60 agentes heridos.
Lo acontecido concluyó con un cuestionado juicio que condenó a muerte a cinco trabajadores (Albert Parsons, Adolf Fischer y August Spies, periodistas, George Engel, tipógrafo y Louis Lingg, carpintero) y a penas de cárcel a otros tres. Unos días más tarde, parte de la patronal accedía a reconocer en las fábricas de Chicago una jornada laboral de ocho horas.
España, curiosamente, fue uno de los primeros países del mundo que promulgó la jornada laboral de ocho horas, tras 44 días de huelga, en 1.919, aunque semanalmente se trabajaban cuarenta y ocho, ya que también los sábados eran laborables. Pero en 1931, en los primeros meses del gobierno de la 2ª Republica Española, se aprobó la Ley de Jornada de Trabajo, que redujo la jornada laboral a 40 horas semanales, hasta que el dictador Franco la derogó. No fue hasta 1958, tras reivindicaciones obreras, se establecen en la ley de convenios colectivos las cuarenta horas semanales, y ya en 1983 se modifica el estatuto de los trabajadores para introducir como jornada máxima legal, 8 horas diarias, 40 semanales y 22 días laborables de vacaciones al año.
El 1º de mayo de 2025, también es una historia para Dickens, y es que en España, y en otros muchos países del mundo, 140 años después de que los trabajadores y trabajadoras del siglo XIX lucharan y arrancaran la jornada laboral de 8 horas diarias, y en este país 42 años después de la conquista de las 40, aquí y así seguimos.
Sangre, sudor, y lágrimas de Yolandas, (y de Irenes, Matutes y Rufianes, y Pontones,…) frente a Garamendis, Botines, Amancios, Florentinos, Roig, del Pino, o Galanes que 140 años después, con las revoluciones industriales, científicas, tecnológicas habidas, con una capacidad productiva elevada a la enésima potencia, quieren hacer imposible rebajar míseramente media hora diaria de jornada de trabajo. Al tiempo que ponen en el cielo el precio de la vivienda, extorsionan con los alimentos, la energía, el agua; racanean salarios que no llegan, mientras vemos crecer el mercado de lujo un 7% cada año.
Sobran razones, sobran motivos.
No estaría de más preguntarse ¿Qué falta?
Viva el 1º de Mayo.
Lo que falta es que, de nuevo, la clase trabajadora, con los Sindicatos a la cabeza, comiencen a trabajar por la reorganización del movimiento obrero y comentemos la lucha contra el capitalismo depredador que se dejó con la llegada de esta democracia burguesa ultra capitalista.