7 mujeres y un niño asesinados por violencia machista en un mes, resulta una cifra insoportable en un país que se dice democrático. 94 mujeres muertas a manos de sus parejas en lo que va de año, y alrededor de 1000 en los últimos diez .
Escalofríos, sollozos, rabia y determinación férrea para acabar con un terror soterrado y vestido aún con los ropajes de una cultura patriarcal, castrante y asesina.
829 son los asesinados por la banda terrorista ETA desde 1968 hasta 2010 en que dejó de matar. En tan solo diez años, los diez últimos, en pleno esplendor democrático español, son cerca de 1000 las mujeres asesinadas por quienes algún día fueron el amor de su vida, su compañero, su marido, su amante,… Asesinadas como acto final tras capítulos y capítulos de miedo, sumisión, golpes, vejaciones, desprecios, aislamiento, tortura,…
Como la epidemiología busca las razones biológicas y sociales que afectan a la salud de las personas, la política es la encargada de la resolución de los conflictos, máxime cuando la vida de las personas está en riesgo. La política no ha hecho sus deberes, y no es un hecho inocuo, no es un cero en el boletín de notas, son una lista interminable de nombres y apellidos de mujeres que mueren prematura e irracionalmente, de hijas, familiares, vecinos y amigos que sufren.
Esta epidemia cultural, social, educativa,…con consecuencia de muerte, precisa urgentemente de vacuna y tratamiento, porque son demasiados los individuos susceptibles de practicar violencia machista, porque es atroz la cifra de mujeres asesinadas y porque hoy también hablamos de terrorismo, del más cruel, del que te avisa cada mañana, cada tarde, cada noche, en el refugio del hogar hecho prisión, donde el encarcelado es el que sufre, el torturado y no el torturador.
Y no sirven las cárceles como protección, sirve la voluntad de una sociedad, los valores de igualdad y dignidad, el compromiso firme de quienes nos gobiernan, por formar personas libres, justas y buenas, autosuficientes y colaboradoras.
La política no ha hecho sus deberes, y por eso a nosotros espectadores, acompañantes, familiares, víctimas… y también verdugos de este dantesto espectáculo nos toca rebelarnos.¡Te doy mis ojos¡