La ultraderecha españolista, la de toda la vida, ha vuelto a arremeter contra la libertad de prensa, y contra la libertad de expresión, y contra la libertad de manifestación: eso no se dice, eso no se hace, eso está muy feo. Esta vez, además, lo han hecho desde la rabia (acorralados por sus propios fantasmas), atizados por el cargo de conciencia: «Nosotros decidimos que había que apartarla porque quizá entendimos que era la única forma de evitarle el linchamiento al que algunos la estaban sometiendo» -se justificaba Rafael Hernando, el portavoz del Grupo Popular en el Congreso-, «pero las hienas siguieron mordiéndola«, añadía.
«Esta noche vamos a matar mensajeros. Porque no son periodistas. Son hienas, alimañas que muerden, y que vuelven a morder, y que matan. Sí, esta noche vamos a matar a los verdaderos culpables, a los que cuentan las cosas. Vamos a agarrarlos de los twitters, y se los vamos a retorcer hasta que recapaciten. Hasta que entren en razón, putos mensajeros. Sí, vamos a por ellos. Primero los convertiremos en hienas o en titiriteros; fabricaremos luego bolas de goma, causas, leyes y mordazas; y, por fin, acabaremos con ellos como dios manda. Porque es que no se mueren los muy hijos de puta, siguen en sus trece, tocando los cojones, mirando y rebuscando, contándolo todo, señalando con el dedo».
A Rita Barberá -señor Hernando- no la han mordido, ni la han matado, las hienas. Se ha muerto ella sola. Porque en el Partido Popular decidieron, o decidísteis… apartarla. O porque, sencillamente, le ha dado un infarto.
Rita Barberá murió el miércoles
Y después hubo respeto y condolencias. Y si no comparto nada más (ni en lo ético ni en lo moral), pues me ausento (en silencio, por cierto). Me ausento por respeto a los deudores del muerto, porque entiendo el dolor ajeno, por conmiseración y porque no estoy hecha de mala baba, estoy hecha con amor al prójimo. Sí, al prójimo. Y por eso hoy -en el día de tu duelo- doy un paso atrás, en silencio, y me ausento. Porque así hacemos las mujeres y los hombres -la gente- que sabe de compasión y respeto.
Enfrente, y en las antípodas, la ultraderecha de toda la vida (política y mediática) sigue creyendo sin embargo que el respeto es solo uno y que el Congreso es solo suyo, y quiere confundir por eso (porque quiere) el duelo (que es algo que apela a lo más íntimo) y/o la condolencia (que es algo estrictamente personal) con un acto de homenaje público, que tiene otro espacio, otra dimensión y otro significado.
La ultraderecha de las mordazas, cuando no puede encarcelar titiriteros, acusa a los mensajeros de linchamiento, convierte a los periodistas en hienas o reprocha falta de respeto a los que no se conducen «como dios manda». Sí, eso dice la ultraderecha de toda la vida, y eso hacen los hijos políticos del generalísimo, esos que siempre me negaron el derecho a recoger de las cunetas a mis muertos… Sí, precisamente esos son los que me han dicho hoy que no estoy mostrando el debido respeto… Precisamente la ultraderecha más oscura y, a la vera, sus mamporreros -los Hernandos de la izquierda-… clamando todos al alimón que eso no se dice, y que eso no se hace, y que «hay que saber comportarse«.
La hija de
Rita era hija de un periodista, José Barberá, que fue director del diario Jornada, fundado por el Movimiento Nacional en 1941, un periodista aplicado que ocupó la presidencia en Valencia de la Asociación de la Prensa durante 30 años. Ella siguió los pasos profesionales de su padre, y pronto, veinteañera, recaló en el gabinete de prensa del Gobierno Civil (nada menos) y en el de la Confederación Empresarial Valenciana (nada más). Barberá fundó en su tierra en 1976 (con solo 28 años) Alianza Popular: carnet numero tres de AP en Valencia. Sí, la Alianza Popular que alumbró en España aquel gran prócer de la democracia de nombre Manuel Fraga, el más mediático de los ministros del generalísimo.
Esas son las raíces de Barberá, que rezumaban y rezuman franquismo, desde el Movimiento Nacional y la prensa del régimen que la amamantaron, hasta la Alianza Popular de Manuel Fraga, ministro con Franco, presidente de honor (hasta el año 2012) en el Partido Popular de los Hernandos y Rajoy. Sí, la alcaldesa Barberá dio sus primeros pasos en lo político-mediático (Gobierno Civil) al amparo de la ultraderecha de toda la vida, de esa ultraderecha oscura que silenció -la prensa del régimen- a Marcos Ana durante casi tantos años (23) como ella fue alcaldesa (24); al amparo de esa derecha depravada que todavía hoy, 80 años después, le sigue negando a los nietos de las cunetas el derecho a exhumar los cuerpos de sus abuelos para darles digna sepultura.
El pasado 18 de julio, 80 años después (80) de que cierto general degenerado desatara la más cruenta guerra civil que ha vivido España, la Catedral de Valencia programó -el 18 de julio- una misa por Francisco Franco. El presidente del arzobispado de Valencia es Antonio Cañizares, el mismo cardenal arzobispo que el pasado mes de mayo llamaba a los católicos a “no permanecer inertes ante los ataques” que está sufriendo la familia cristiana «por parte de dirigentes políticos, ayudados por otros poderes como el imperio gay y ciertas ideologías feministas«. Pues bien, el cardenal de Valencia, Antonio Cañizares, ofició anteayer, en la catedral de la ciudad, una misa por Rita Barberá.
Durante la ceremonia, Cañizares manifestó su «dolor profundo» por la inesperada muerte de la exalcaldesa, de la que ha dicho que era una «profunda creyente, hondamente cristiana e hija muy fiel de la iglesia«. En lo que se refiere a su dimensión política, el arzobispo ha subrayado que fue «una gran servidora de todos (…), que amó y se desvivió por todos los valencianos».
La hondamente cristiana Barberá, la que se desvivía por todos los valencianos, cobró, en el último año de su ejercicio, el mayor sueldo percibido por un mandatario público en España: 156.000 euros brutos, un sueldo que duplicaba al del presidente del Gobierno central (78.185,04 euros brutos) y triplicaba al del president de la Generalitat valenciana (50.513,95).
A cambio, «la gran servidora de todos» ha dejado Valencia como la cuarta ciudad más endeudada de España, solo por detrás de Madrid, Barcelona y Zaragoza. Sí, la cuarta ciudad más endeudada a 31 de diciembre de 2015. Así dejó Barberá a su amada Valencia, tras 24 años como alcaldesa. Así la dejó la regidora que «se desvivió por todos los valencianos», que así lo dijo anteayer el arzobispo del «imperio gay».
Barberá -que cierne la sombra de la culpa en el Partido Popular- se vio obligada (por sus propios compañeros) a dar un paso al lado cuando fueron ya demasiadas las sombras sobre su gestión.
Y, hoy, la ultraderecha españolista, que anida en Génova como siempre hizo, arremete -con cargo de conciencia- contra la prensa a la que aún no ha conseguido amordazar, hienas.
Contra la ultraderecha, esa que nos niega el derecho a recuperar a nuestros muertos y luego nos acusa de falta de respeto (porque no creemos en su credo y nos vamos en silencio), libertad y prensa.
Si, contra la derecha, libertad y prensa.
Y a Barberá, que descanse en paz. Esa es la diferencia
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